Teatro sin escena
Alba Eterna
Autor: Albert Guinovart
Intérpretes: Orquestra Camera Musicae; Tomàs Grau, director.
Lugar y fecha: Palau de la Música (7/XI)
Dentro del ciclo de la Orquestra Camera Musicae, y dirigida por Tomás Grau, Alba Eterna ha sonado en versión concierto, dejando ver a una orquesta pequeña –como exige la partitura– de buen sonido y comprometida con la obra, un cuarteto de cantantes de entidad y con el mismo Guinovart al piano. Y lo que quedó a la luz fue la estructura musical, teatro demediado, construida sobre un texto que a veces se percibía en la dicción de los cantantes, pero que había que imaginarlo en función del argumento. La falta de escena contribuye a subrayar una de las características del texto y de la trama; reflexiva en la primera parte –que queda así muy extensa– y que cobra acción dramática en la segunda.
Y la música sigue literalmente esta secuencia con buen oficio, subrayando la importancia de la melodía, mostrando músicas de ambiente que rememoran obras centroeuropeas de los treinta. El tratamiento de las voces sigue la letra, con diálogos, y sin mucho vuelo, sumado a una presencia orquestal que al estar todos en el mismo escenario, y sin movilidad, dificulta la lectura de la acción, sólo manifestada en el canto, bien hecho por otra parte, pero a veces necesitado de menor volumen orquestal.
En la segunda parte todo cambia, se introducen recursos dramáticos que la orquesta subraya en diálogo con las voces, con rítmica y color. Quizá entre las escenas más interesantes la del dúo –entre el padre relojero y la directora del teatro– que da comienzo a la acción. Siguen escenas en que la rítmica del reloj contrasta con un vals emotivo, y un aria de barítono muy bella, singular, bien subrayada por instrumentos, en particular la melodía en la trompa. Al fin se exploran recursos, el cuarteto vocal canta en conjunto, comienza a hablar el contrapunto, aunque algún desliz rachmaninoico nos baja a la tierra del musical.