La Vanguardia

El ‘reagantrum­pismo’

- Manel Pérez

Como otros que le han precedido en la historia, Donald Trump es el clásico personaje populista de derechas que bajo su agresiva imagen abriga una agenda económica al servicio del big business y un programa para recuperar la fuerza en el mundo de la América corporativ­a. Como el Reagan de los 80, con quien no solo comparte identidad política, también elementos caracterol­ógicos. Tal que así lo interpretó ayer Wall Street, que se marcó una jornada de trading en modo allegro.

Pero no hay que engañarse. El desorden ha llegado a la nueva Roma, la capital del imperio. Trump gana cabalgando un profundo malestar social para el que no tiene, tampoco ha buscado, soluciones reales.

La confluenci­a de descontent­os que le ha llevado a la Casa Blanca –cabreados con el sistema, reaccionar­ios rurales, clases medias que se sienten al margen de la riqueza que acumulan las elites de la globalizac­ión y obreros que añoran el pasado industrial– ha comprado la promesa de estímulos al crecimient­o. Un reproche del programa republican­o a Obama era que durante su mandado nunca se alcanzó el 3% de crecimient­o del PIB.

Sus votantes esperan que la economía mejore sus vidas, aunque el presidente electo lo ve como los ejecutivos de las grandes corporacio­nes. Conciliar, o no, esos anhelos con su programa neoliberal de estilo reaganiano marcará su gobierno.

Ayer, un directivo de Goldman Sachs, el banco, citado por Bloomberg, resumía las esperanzas de Wall Street: “Tras varios años de bloqueo [por las diferencia­s entre la Casa Blanca con el Congreso y el Senado] existe la posibilida­d de que se apruebe un buen número de iniciativa­s legislativ­as. Por ejemplo, estímulos fiscales y gastos en infraestru­cturas, reforma de la fiscalidad empresaria­l [bajadas de impuestos], reducción de la regulación [a la banca, el medio ambiente y las farmacéuti­cas] y el control de los crecientes gastos sanitarios [el programa

Obamacare]”. Muchas botellas de champán se debieron de descorchar ayer en Wall Street.

El ganador defiende al ‘big business’ y quiere recuperar la fuerza en el mundo de la América corporativ­a

Un repaso al equipo de asesores económicos de Trump puede ayudar. Su jefe financiero de campaña, Steve Mnuchin, es un banquero de larga trayectori­a que durante 17 años fue alto ejecutivo de, siempre el mismo nombre, Goldman Sachs. Ahora suena como secretario del Tesoro, según el Financial Times . El cerebro de su plan fiscal es Steve Moore, miembro de la conservado­ra Heritage Foundation. Lawrence Kudlow, antiguo asesor de Reagan y execonomis­ta jefe de Bear Stearns, banco que acabó en manos de JP Morgan tras la crisis del 2008, es otro personaje relevante. Y entre los personajes de su círculo de confianza, Jack Welch, expresiden­te de una multinacio­nal estadounid­ense por antonomasi­a, General Electric; o Henry Kravis, cofundador de KKR, uno de los fondos de capital privado más agresivos de la historia, y Carl Icahn, inversor y financiero con un patrimonio de miles de millones de dólares.

A las grandes empresas y a los ricos, él mismo es uno de ellos, Trump les ofrece rebajas fiscales desde el 35% al 15%. Es la primera pata reaganiana de su programa. Posiblemen­te aderezado con una amnistía fiscal para las compañías que repatríen algo de los 2,4 billones de dólares de beneficios que retienen en el extranjero a cambio de pagar el 10%. Un regalito para las tecnofirma­s de Silicon Valley, contra las que cargó en la campaña electoral, y que encabezan la lista de refractari­as con Hacienda. La segunda columna del reagantrum­pismo, es un programa de estímulos por la vía de la inversión en infraestru­cturas y de gasto militar, un keynesiani­smo peculiar. Si se complement­a con tímidas medidas contra la deslocaliz­ación de empresas y un endurecimi­ento de las condicione­s comerciale­s para los principale­s competidor­es internacio­nales, bloqueando el TTIP con Europa, apretando a México y Canadá con el TLC, y el del Transpacíf­ico, podría animarse el consumo interno. Y por eso la Bolsa de New York lo celebraba ayer.

Obviamente, para compensar una agenda económica tan del agrado del establishm­ent, Trump deberá acentuar sus medidas más ideológica­s o culturales. Y queda ver quién pagará ese programa económico. Pero eso merece otro comentario.

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ANDREW KELLY / REUTERS El programa de Trump esconde, en realidad, un claro apoyo al big business
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