El aislacionismo de EE.UU. inquieta al resto del mundo
China, México y Canadá, entre los países más expuestos
¿Va a cumplir con su palabra Donald Trump? La respuesta a esta pregunta deja al resto del mundo en vilo. El político italiano Giuseppe Mazzini decía que “las promesas son olvidadas por los príncipes, nunca por el pueblo”. Pero un estudio de los académicos François Pétry y Benoît Collette (2009) ha demostrado que los presidentes de EE.UU. acostumbran a cumplir dos de cada tres compromisos electorales asumidos en la campaña. Si es así, el nuevo curso norteamericano cambiará el escenario de los próximos años. ¿De qué manera?
“Es un voto a favor de políticas más aislacionistas. Esto supone un mayor grado de incertidumbre para la economía global y riesgos más elevados para el proteccionismo”, sostiene un informe del banco HSBC de ayer.
De por sí, el comercio mundial ya crece al ritmo más bajo de la última década. Si Trump opta por salir de los tratados internacionales, no sólo las empresas estadounidenses pueden sufrir las consecuencias (en particular, aquellas más exportadoras como las del sector aeroespacial, energía, tecnología y automoción), sino que afectará al crecimiento del PIB de sus socios comerciales. China, México y Canadá ya echan cuentas por la dependencia de sus ingresos con EE.UU.. Pero también Europa analiza las repercusiones estratégicas.
Víctor Pou, profesor del Iese y consejero de relaciones exteriores de la UE, comenta que en Bruselas hay preocupación. “Trump defiende un nuevo aislacionismo, con guiños contra la globalización, y supone una ruptura respecto a la relación con la anterior administración Obama. El TTIP, tratado transatlántico entre EE.UU. y la UE en los ambientes comunitarios, se da por muerto”. Asimismo, destaca, “Trump es partidario de reducir la aportación del país a la OTAN, lo que obligaría a los socios europeos a aumentar los gastos en defensa, que es una medida poco popular”.
Todo esto podría dar alas a los movimientos populistas en Europa, en un contexto de nuevas relaciones privilegiadas entre EE.UU. y Rusia, con lo que la UE quedaría más sola. “Tampoco es descabellado pensar que Trump aproveche la ocasión del Brexit para sellar un acuerdo privilegiado con el Reino Unido”, pronostica Jordi Bacaria, director del Cidob.
La relación con China es un rom- pecabezas. Hay empresas estadounidenses, como WalMart, que exportan miles de millones a EE.UU. Pese a ello, Trump amenaza con introducir aranceles del 45% en las importaciones chinas. Pero China posee el 19% de la deuda pública estadounidense (y Japón un 18%). Cualquier medida podría desencadenar una reacción adversa. “Sería como si EE.UU. se enfrentara a su banquero”, señala Bacaria.
Según el banco HSBC, en este caso “las consecuencias económicas negativas de una guerra comercial serían elevadas para ambos”. Es más, esta estrategia “podría incluso Europa podría verse superada por Rusia y la salida del Reino Unido Los chinos poseen el 19% de los bonos norteamericanos y podrían reaccionar llevar a China a diversificar sus mercados de exportaciones hacia los emergentes y le daría más razones para acelerar su transición hacia cadena de valor”.
Amadeu Jensana, director de negocios de Casa Àsia, asegura que “en China muchos veían con buenos ojos a Trump”. Entre las razones, el hecho de que el mandatario, a diferencia de Clinton, quiere reducir la presencia militar estadounidense en Asia y salir del TTP (tratado de asociación Transpacífico), un acuerdo del que China no forma parte. Ambos aspectos se interpretan como que el país asiático, tras esta doble retirada, tendrá así más espacio libre. Y América, para los americanos.