Anne Hidalgo
La nueva instalación sólo garantiza la acogida por diez días
ALCALDESA DE PARÍS
Ayer abrió sus puertas en París un nuevo centro de acogida para 400 refugiados, una iniciativa de la alcaldesa, Anne Hidalgo (57), tras los recientes desalojos en Stalingrado, que siguieron al desmantelamiento en Calais.
Para situar en su contexto el flamante y bonito Centro Humanitario de Acogida para Refugiados, que abrió ayer sus puertas en París por iniciativa de su alcaldesa, Anne Hidalgo, hay que comparar su capacidad –400 personas– con el número de emigrantes/refugiados que afluyen diariamente a la capital francesa, entre 50 y 70, según la estimación general.
En el mejor de los casos, ese centro soluciona la suerte del flujo que converge hacia la capital francesa durante ocho días. Sin embargo, no es una solución definitiva ni siquiera al más corto plazo: los llegados sólo pueden permanecer en él un máximo de diez días.
“No es un albergue. La idea es crear un lugar abierto a todos los recién llegados en el que se les ofrece un refugio digno y humano” durante diez días, explica Bruno Morel, de la organización asistencial Emmaus Solidarité, que gestiona el centro. ¿Qué pasa después de esos diez días?
La sospecha que transmiten algunos trabajadores sociales es que las soluciones organizadas tras los desmantelamientos de los campamentos que los inmigrantes/refugiados organizaron espontáneamente en lugares como las inmediaciones del puerto de Calais o la zona de Stalingrado, en el XIX distrito de París, son la antesala de una deportación organizada de la mayoría de ellos.
El 4 de noviembre 3.800 de ellos fueron ordenadamente desalojados de Stalingrado y la avenida de Flandes, embarcados en autobuses y dispersados por decenas de centros improvisados en la región parisina. Para evitar reincidencias, desde entonces el lugar está permanentemente vigilado por varias dotaciones de antidisturbios día y noche. Lo mismo ocurre en Calais, donde el mayor campamento improvisado de Francia, el de la gente que esperaba pasar a Inglaterra, fue igualmente desalojado y desmantelado el 24 de octubre.
Estos asentamientos espontáneos que con el tiempo se convierten en verdaderos campamentos de chabolas o campings urbanos, han sido durante meses objeto de atención mediática. Lo que ocurre después no suscita gran interés, pese a la obviedad de que Francia se dispone a expulsar a muchos más inmigrantes que antes.
Los desalojos y desmantelamientos acabaron, ciertamente, con una situación bien dura, especialmente con la llegada de los fríos invernales. Sin embargo en la fase siguiente, repartidas esas personas en los correspondientes centros de acogida, se procede a su clasificación, lo que únicamente puede concluir en expulsiones y deportaciones en estricta aplicación de la ley europea en la materia.
La alcaldesa de París se rebeló contra este cuadro con la creación del centro ayer inaugurado, que sólo tiene año y medio de vida por delante, pues el solar está comprometido para una universidad.
El filósofo conservador alemán Peter Sloterdij resume así el contexto: “En el mundo musulmán, de Marruecos a Indonesia, la tercera parte de la población, de 1.000 millones, se declara dispuesta a emigrar si tuviera un país de acogida, se entiende en Occidente”. En África subsahariana hay también una enorme ola potencial. ¿Qué hacer? Sin reparar las leyes de funcionamiento de la aldea global no hay verdadera solución para los refugiados de París.