Urnas tóxicas
Grillo y la Liga Norte se sienten envalentonados tras la victoria de Trump
La onda de populismo que recorre el mundo puede llegar muy pronto a Italia y llevarse por delante al joven y ambicioso primer ministro Matteo Renzi en el referéndum sobre la reforma constitucional.
La onda provocada por el triunfo de Donald Trump puede llegar muy pronto a Europa y llevarse por delante a uno de sus líderes políticos más jóvenes y ambiciosos, Matteo Renzi. Aunque la situación admite sólo paralelismos parciales, es evidente que la demostración de fuerza del populismo, del voto contra el establishment, es una amenaza para el primer ministro italiano, que ya antes de la victoria del magnate estadounidense se enfrentaba a sondeos muy desfavorables ante el referéndum sobre la reforma constitucional previsto para el próximo 4 de diciembre.
Los exponentes de las fuerzas italianas más populistas, Beppe Grillo –fundador del Movimiento 5 Estrellas (M5E)–, y Matteo Salvini –secretario de la Liga Norte– están envalentonados al ver lo ocurrido al otro lado del Atlántico. Les ha dado argumentos, más munición para calentar el debate. Les anima a subir el tono y a encarar con mayor optimismo el referéndum, ante el cual propugnan el no. Para Grillo, el éxito de Trump supone “el estallido de una época” y el final de un modelo de periodismo que él tanto odia, el de los periódicos tradicionales y las grandes cadenas de televisión, públicas y privadas, del sector dominante de los intelectuales . El líder del M5E lo formuló con su habitual estilo grosero. Ha sido un increíble vaffanculo (literalmente: “id a tomar por culo”). Grillo acuñó hace años el término VDay (el día del vaffanculo) para denominar las manifestaciones de sus partidarios contra el sistema vigente.
El caso de Salvini es algo distinto. El impetuoso líder de la Liga Norte se siente muy identificado con Trump. Incluso visitó Estados Unidos durante las primarias para hacerse una foto con él durante un mitin en Filadelfia. Salvini comparte las ideas del presidente electo sobre los inmigrantes, sobre los homosexuales, sobre el Brexit y sobre Rusia. Según declaró Salvini a
La Repubblica, lo ocurrido en Estados Unidos “es una bellísima lección de democracia, como el Brexit”. “La más grande democracia del mundo escoge a su presidente y lo hace contra todos los sondeos, los banqueros, los lobbistas, los líderes de opinión; si esto es populismo, bienvenido”, prosiguió Salvini, según el cual Renzi, con el referéndum, vivirá su propia “parábola” descendente como la de
Hay un paralelismo político y de rasgos personales entre la eclosión de Trump y la de Berlusconi en 1994
Hillary Clinton en las elecciones.
El jefe del Gobierno italiano, un optimista incorregible, ha confiado a sus allegados, medio en broma, que lo bueno del caso Trump es que las encuestas han fracasado por completo. Él confía en que ocurra lo mismo en Italia y el sí se imponga en la consulta popular, un resultado que, hoy por hoy, parece difícil de materializarse.
En el análisis de las situaciones estadounidense e italiana deben hacerse, sin embargo, importantes matices. Entre quienes rechazan la reforma constitucional hay partidos y personalidades que encajan poco o nada con el populismo. Propugna el no en el referéndum un partido como Forza Italia, que siempre ha tenido elementos muy populistas –la entrada en política de Silvio Berlusconi, en 1994, fue bastante similar a la de Trump, y ambos comparten rasgos de conducta– pero ha sido una fuerza de gobierno, identificada con el establishment, durante muchos años. Contra la reforma constitucional también está el exprimer ministro Mario Monti, representante de la eurocracia de Bruselas. Su oposición a la reforma es por motivos estrictamente jurídicos y políticos.
Más allá de cómo acabe la batalla por el referéndum y cuál sea el destino de Renzi, en Italia se reflexiona sobre si la eclosión de Trump significa la derrota definitiva de las políticas de la tercera vía (Clinton, Blair) que el primer ministro italiano trata de imitar. Para Renzi, en cualquier caso, la derrota de Hillary –y el bofetón implícito a Obama– es un mal augurio. Hace muy poco el presidente estadounidense lo recibió con todos los honores en la Casa Blanca, como si fuera un monarca. Y eso, indirectamente, lo asocia al bando perdedor.