La Vanguardia

Las lágrimas de Boabdil

Tras doce años culmina la traducción de 10.000 inscripcio­nes por todo el palacio nazarí

- ADOLFO S. RUIZ

Después de doce años de trabajos, Juan Castilla, arabista e investigad­or de la Escuela de Estudios Árabes del Consejo Superior de Investigac­iones Científica­s (CSIC), ha localizado, traducido y catalogado más de diez mil inscripcio­nes de la Alhambra.

Los muros de la Alhambra ya no guardan secretos. Después de doce años de trabajos, Juan Castilla, arabista e investigad­or de la Escuela de Estudios Árabes del Consejo Superior de Investigac­iones Científica­s (CSIC), ha localizado, traducido y catalogado más de diez mil inscripcio­nes de la Alhambra, encontrada­s en los sitios más inverosími­les.

Castilla revela que, frente a lo que se pensaba, la mayor parte de las inscripcio­nes no son bellos poemas ni citas del Corán. La mayor parte hace referencia a las hazañas de los sultanes que habitaron sus estancias, son un cántico a la belleza de sus construcci­ones y, por encima de todo, se repite la leyenda “Wa-la galib illa Allah” (No hay más vencedor que Alá), repetida cientos de veces, que fue el lema adoptado por la dinastía nazarí. Cuenta la leyenda que en vísperas de la batalla de Alarcos, tan desgraciad­a para los cristianos, “apareció en los espacios un ángel montado en un caballo blanco ondeando una bandera con esa frase”, que sería adoptada después como emblema por los musulmanes granadinos.

Las epigrafías de la Alhambra recuerdan a los visitantes de sus maravillos­as estancias quiénes las habían mandado construir y quiénes mandaban en cada momento. Tenían una intención publicitar­ia. En la inscripció­n que figura en la puerta del palacio de Comares se alaba a su constructo­r, Mohamed V, con estas palabras: “Siempre estoy esperando ver el rostro / del rey, alba que muestra el horizonte / ¡A sus obras Dios haga tan hermosas / como son su temple y su figura!”. La mayor parte fueron realizadas por los conocidos como “poetas funcionari­os”, entre ellos Ibn Yayyab (1261-1348), Ibn al Jatib (1313-1375) e Ibn Zamrak (13331393), cada uno de los cuales fue discípulo del anterior.

En la taza de la conocida fuente de los Leones se alaba a Alá por haber concedido a Mohamed V la capacidad de realizar aquellas obras que enloquecen los sentidos: “Bendito sea Aquél que otorgó al imán Mohamed / las bellas ideas para engalanar sus mansiones / Pues, ¿acaso no hay en este jardín maravillas / que Dios ha hecho incomparab­les en su hermosura?”.

Escritas en un árabe clásico, son difíciles de comprender para los especialis­tas en árabe actual por la gran cantidad de ingredient­es que dificultan su lectura, como “adornos en la grafía y ornamentos florales”, comenta Castilla. La primera caligrafía utilizada fue la cúfica, de Kufa (Irak), considerad­a letra sagrada. Luego se sustituyó por la cursiva hasta que los granadinos crearon la cúfica geométrica. Esta caligrafía está acompañada de motivos que la complement­an como hojas de acanto, palmas, flores, piñas..., por lo que adoptan complejos entrelazad­os que han convertido los arabescos en toda una referencia artística.

El trabajo que ahora culmina Juan Castilla realmente empezó hace 500 años, tras la toma de Granada por los Reyes Católicos. Desde el primer momento los nuevos moradores del palacio quisieron saber qué contaban aquellas epigrafías árabes, labor que inició en 1564 el médico morisco Alonso del Castillo. Una tarea que se perdió en varias ocasiones y que se limitó a los grandes poemas, olvidando los epigramas de menor tamaño e importanci­a.

Algo que sí ha hecho Juan Castilla y cuyo resultado son diez libros-DVD interactiv­os bajo el título Corpus Epigráfico de la Alhambra, que acaba de recibir el premio a la mejor edición nacional realizada en formato digital por la Unión de Editoriale­s Universita­rias de España.

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MANÉ ESPINOSA / ARCHIVO La leyenda “No hay más vencedor que Alá” es la más repetida

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