Jaque al rey
Algunos de los duelos más fantásticos de la historia del deporte se han producido sobre 64 casillas
El duelo por el cetro mundial de un deporte que lleva tan al límite los conocimientos y la psicología de los jugadores como el ajedrez da cita en Nueva York al campeón, el noruego Magnus Carlsen, y el aspirante, el ruso Serguéi Kariakin.
JUAN BAUTISTA MARTÍNEZ
Cuando se habla de geopolítica se suele utilizar una palabra: tablero. Cuando se especula sobre cualquier cambio se acostumbra a emplear la expresión movimiento de piezas. Todo confluye en un vocablo: ajedrez. Un deporte sólo apto para mentes privilegiadas que llevan al límite sus conocimientos del juego y su psicología. El ajedrez ha deparado algunos de los enfrentamientos más legendarios de la historia. Ante el duelo por el cetro mundial que se inicia hoy en Nueva York entre el campeón, el noruego Magnus Carlsen, y el aspirante, el ruso Serguéi Kariakin, el duelo más interesante de los últimos 30 años según los expertos, se puede echar la vista atrás. En la memoria aparecen campeones como Borís Spasski, Bobby Fischer, Anatoli Kárpov o Gari Kaspárov.
El combate del siglo. En plena guerra fría el mundo contuvo la respiración en 1972 ante una pugna extraordinaria entre Spasski, representante de la imbatida escuela soviética (la URSS tenía el título desde 1948), y Fischer, el primer estadounidense que se había ganado el derecho a disputar el título mundial. URSS, Estados Unidos, década de los 70. Un cóctel que elevó la expectación y el morbo al mayor de los niveles. El enfrentamiento se celebró en Reikiavik y estuvo siempre ligado a la controversia. Se trataba de dos oponentes antagónicos. Spasski había aprendido a jugar al ajedrez a los 5 años a bordo de un tren mientras su familia huía de San Petersburgo durante la II Guerra Mundial. En cambio, Fischer había descubierto el tablero casi por casualidad. Criado en Chicago y en Nueva York por una madre divorciada, se encontró con este deporte porque su hermana mayor compró en una tienda de chucherías un juego de ajedrez con unas breves instrucciones. Así comenzaron su aprendizaje, de forma autodidacta, de la mano de aquel tablero y también de un viejo libro de ajedrez que Fischer adquirió durante unas vacaciones de verano. Poco a poco fue cultivando una personalidad excéntrica y atractiva para los medios y el momento cumbre de todas su rarezas se produjo en aquel enfrentamiento con Spasski. Puso todo tipo de condiciones, la primera que se doblaran los premios en juego y lo consiguió (la bolsa pasó de 125.000 a 250.000 dólares) gracias a que un financiero británico, James Slater, multiplicó por dos lo que estaba dispuesto a pagar la ciudad islandesa. Fischer también puso pegas al tipo de tablero, al modelo de las piezas, a la iluminación y a la posición de las cámaras. Pero su número maestro lo protagonizó al inicio de la primera partida. No se presentó a la hora y Spasski movió pieza. A los siete minutos apareció Fischer en la sala. Curiosamente perdió la partida inaugural pero acabó por hacerse con aquel campeonato... y eso que también cayó por incomparecencia en el segundo cara a cara porque no le habían hecho caso a a su exigencia de eliminar las cámaras de televisión.
Una rivalidad eterna. Formaban parte de la misma potencia, la URSS, pero no podían ser más distintos. Kárpov era el ajedrecista por excelencia del régimen soviético, el preferido del aparato, mientras que Kaspárov, que provenía de la actual Azerbaiyán, se mostraba favorable a las reformas y contrario al poder establecido. Entre 1984 y 1995 disputaron 144 partidas. La relación entre ambos era gélida, apenas se dirigían la palabra, aunque muchos años después cuando Kaspárov estuvo encarcelado por disidencia política Kárpov trató de visitarle. Se lo impidieron. El primer Mundial entre ambos, el que arrancó en septiembre de 1984, terminó con escándalo. Kárpov se escapó 5-0 pero su oponente reaccionó y se colocó 5-3. Las tablas no se contaban y cuando llevaban seis meses y 48 partidas de torneo el presidente de la Federación Internacional, Florencio Campomanes, decidió suspender la contienda apelando al cansancio de los jugadores. Se armó una buena polémica porque los dos dijeron que querían seguir. En 1985 volvieron a pugnar por el Mundial y Kaspárov destronó a Kárpov. Repitió en 1986, 1987 y 1990. En el cómputo global de las 144 partidas Kaspárov venció por dos puntos. Qué igualdad.
RAREZAS AL PODER Bobby Fischer no estaba de acuerdo ni con las piezas ni con el tablero ni con la luz...ni con las cámaras
LAS DOS URSS Kaspárov y Kárpov jugaron casi sin hablarse 144 partidas en una década de rivalidad