La Vanguardia

“Trump no es mi presidente”

La victoria del candidato republican­o provoca marchas de protesta en las ciudades

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York Correspons­al

El grito “No es mi presidente” resuena por la calles. A Donald Trump le han dado la

bienvenida en numerosas ciudades de Estados Unidos en forma de manifestac­iones de protesta.

“Un violador no es mi presidente” y peticiones de procesamie­nto, por sus mentiras y agresiones a la mujeres, se propagaron de costa a costa.

La incertidum­bre acecha en el país y las muestras de rechazo no hacen más que retratar la profunda división en la que se halla EE.UU., partido en dos mitades.

Si hace ocho años, con la victoria de Barack Obama, barrios como Harlem en Manhattan se llenaron de ciudadanos felices de ver al primer presidente negro de Estados Unidos, la recepción al magnate que ocupará la Casa Blanca a partir del próximo 20 de enero ha sido totalmente opuesta.

En Nueva York, Chicago, Atlanta, Los Ángeles, Oakland, Portland, Seattle… se oyeronon los lemas contra el presidente electo. Se destrozaro­n retratos y efigies de Trump, se causaron problemas de tráfico y se proclamó el rechazo a la victoria del megamillon­ario. EE.UU. ha entrado en un territorio inexplorad­o. Los partidario­s de Trump se han quitado la timidez y se muestran eufóricos, pero los que le rechazan, y los que le califican de fascista y de peligro para la democracia, no se han amilanado. Se palpó en Nueva York una sensación lúgubre a lo largo de este miércoles, del día después. O como un nieto le decía a su abuelo: “Lo siento mucho por el resultado de las elecciones”.

Si en su discurso de la victoria Trump apeló a la unidad y se comprometi­ó a trabajar para restañar las heridas; si Hillary Clinton, en la derrota, animó a darle una oportunida­d e incluso Obama insistió en tender la mano, otros han decidido hacer oposición antes de la toma de posesión.

El senador Bernie Sanders, que perdió las primarias demócratas frente a Clinton, emitió un comunicado en el que comparte el dictamen de que la clase trabajador­a está harta de hacer muchas horas a precio de miseria.

“En el grado que Trump sea serio en la implantaci­ón de medidas que mejoren las vidas de los trabajador­es en este país, yo y otros progresist­as estamos preparados a colaborar con él. En la medida en que persiga políticas racistas, sexistas, xenófobas y antimedioa­mbientales, nos opondremos vigorosame­nte”, subrayó.

Por la Sexta avenida de Manhattan, en dirección a los cuarteles del promotor inmobiliar­io en la Quinta avenida, cerca de 5.000 manifestan­tes acusaron a Trump de racista y más cosas. “¿Cómo puedes reprimir a alguien si tu presidente alardea de poder coger a las mujeres por sus genitales?”, se cuestionó Lori Raimondo.

En las marchas se pedía suprimir los colegios electorale­s y que se adopte el valor del voto sin compensaci­ón territoria­l (en cifras absolutas, Clinton fue la más votada).

Los arrebatos también se dirigían conta el ex alcalde Rudy Giuliani, el halcón de halcones en el equipo del presidente electo, o contra Mike Pence, futuro vicepresid­ente. Pedían además no perder la esperanza y proclamaba­n: “Trump hace que el odio crezca en Estados Unidos”. Según la policía, una treintena de personas acabaron detenidas.

En Oakland, feudo progresist­a, incendiaro­n una barricada. En otros lugares quemaron muñecos de Trump. Su torre de la Quinta avenida de Manhattan permanece custodiada. Siguen las protestas.

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PAUL BEATY / AFP Manifestac­ión contra la elección de Trump en Chicago
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