El pueblo alemán de Trump
El abuelo emigrante del futuro presidente de Estados Unidos se marchó en el siglo XIX de Kallstadt, pequeña localidad germana que se prepara sin entusiasmo para recibir a curiosos
El brillo de la Casa Blanca se proyecta sobre un pequeño pueblo de Alemania, y en menor medida sobre una localidad eslovena, desde que Donald Trump ganó las elecciones. El renombre en ambos casos tiene factor migratorio, cosa relevante viniendo de alguien que ha fustigado ferozmente la inmigración actual. Así, el abuelo del futuro presidente norteamericano era un emigrante alemán que a finales del siglo XIX partió hacia Estados Unidos en busca de mejor futuro. El pueblo del que se marchó, Kallstadt, en el oeste de Alemania, se siente ahora entre abrumado y molesto por la súbita fama que le ha caído encima.
También la esposa del futuro presidente, Melania Trump, nacida en Eslovenia hace 46 años, emigró a Estados Unidos siendo veinteañera. En el pueblo donde creció, Sevnica, se muestran satisfechos de que Melanija Knavs –así se llamaba entonces– se convierta en first lady, y confían en que eso atraiga turistas.
En el pueblo alemán de Trump son más cautos. “La victoria de Trump puede significar cosas que aún no podemos evaluar”, declaró ayer Thomas Jaworek, alcalde de Kallstadt, al diario Frankfurter Allgemeine Zeitung. Kallstadt, pequeña localidad del land de RenaniaPalatinado, se prepara para la posibilidad de que empiecen a llegar visitantes buscando las raíces germanas del futuro inquilino de la Casa Blanca. “No toda publicidad es buena publicidad; Trump produce en los vecinos y en los visitantes un extraño efecto polarizador”, declaró el jefe de turismo del lugar, Jörg Dörr, a la agencia Dpa.
Donald Trump, de 70 años, nunca ha estado en ese pueblo, que tierecibió ne ahora 1.200 habitantes y vive de la viticultura. Pero en un documental del 2014 de una realizadora local, Simone Wendel, Trump dijo: “I love Kallstadt” .Y , emulando la mítica frase de Kennedy en Berlín, afirmó en alemán: “Ich bin ein Kallstädter”. En la región, los vecinos de Kallstadt reciben el apodo de Brulljesmacher, que en el dialecto local significa fanfarrón, lo cual podría dotar de significado extra a esta última frase de Trump, vista su notoria querencia a la autopromoción.
(Wendel decidió hacer el divertido documental, que se titula Kings
of Kallstadt, fascinada por el hecho de que dos familias que hicieron grandes fortunas en Estados Unidos procedieran de su pequeño pueblo natal: los Trump y los Heinz, fabricantes de las salsas homónimas. En el 2012, Donald Trump la para una entrevista en la Trump Tower de Nueva York.)
La historia familiar, como recuerdan estos días los medios de comunicación alemanes, fue así. En 1885, el abuelo, Friedrich Trump, emigró a Estados Unidos con 16 años. Tras pasar por Nueva York, se dirigió a la Costa Oeste, y se dedicó a vender comida y alcohol a los buscadores de oro que fluían hacia el Yukón canadiense. (Según Gwenda Blair, autora estadounidense de un libro sobre la dinastía Trump, el negocio incluía también prostíbulos.)
En 1892, convertido ya en Frederick, el emigrante alemán obtuvo la nacionalidad norteamericana. Tras un tiempo, siendo ya bastante rico, volvió de visita a Kallstadt, donde conoció a quien sería su esposa, Elisabeth Christ. Se casaron en 1902. Como Elisabeth –luego ya Elizabeth– añoraba su tierra, pensaron en instalarse en Alemania, pero Frederick fue vetado por la autoridad por no haber hecho el servicio militar, así que se quedaron en América. Ambos iniciaron el futuro emporio familiar inmobiliario, invirtiendo en terrenos y en construcción. Uno de sus hijos, Fred, siguió esa vía, y fue el padre de Donald. Fred Trump falleció en 1999.
Ahora, el origen esloveno de la
Svenica, la localidad eslovena donde se crió Melania Trump, sueña ahora con el turismo
tercera esposa de Donald y futura primera dama, Melania Trump, se convierte en un inesperado aliciente para la localidad que la vio crecer, Sevnica, adonde se mudaron sus padres con ella y su hermana. Sevnica, en el centro del país, tiene 5.000 habitantes, una tasa de paro del 10,3% (más o menos la media eslovena), y un castillo en una colina.
El día en que el marido de Melanija Knavs fue elegido presidente de Estados Unidos, muchos allí lo celebraron en bares. “Fue una reunión espontánea; la gente quería mostrar que se sienten felices, y después, siguieron su camino, era un día laborable normal”, declaró el alcalde, Srecko Ocvirk, a la radiotelevisión eslovena. El alcalde dijo también que lo sucedido “pone a Sevnica en el mapa mundial, la hace reconocible”, por lo que puede contribuir a publicitar el turismo en la localidad. Según la agencia Ap, los vecinos esperan que algún día la pareja presidencial visite Svenica.
En el filme de Simone Wendel, realizado antes de su rauda aventura política, Donald Trump promete que si algún día viaja a Alemania, visitará Kallstadt para ver la casa donde su abuelo vivió de niño, que aún existe. Está por ver si lo hará.