Israel ve en Trump su mejor aunque impulsivo aliado
El Gobierno israelí asume con cautela las promesas hechas en campaña
El Gobierno israelí reaccionó a la victoria de Donald Trump con una mezcla de fuerte entusiasmo e incertidumbre. Por un lado, el primer ministro, Beniamin Netanyahu, le conoce desde hace años, tiene como protector a uno de los principales donantes de Trump durante la campaña –el magnate de
Netanyahu y Trump comparten donante: Sheldon Adelson, el magnate de los casinos En Israel no creen que el republicano pueda anular el acuerdo que Obama firmó con Irán
los casinos Sheldon Adelson– y fue uno de los pocos líderes internacionales que se reunió con él, hace dos meses, durante la campaña.
Tanto Trump como su vicepresidente electo, Mike Pence, lanzaron mensajes de apoyo total y absoluto al pueblo de Israel y a su ejecutivo, asegurando que Estados Unidos estará al lado de su “principal aliado” bajo cualquier circunstancia. Trump y Pence definen Jerusalén como “la capital eterna e indivisible” del Estado judío y prometen trasladar de Tel Aviv a la ciudad tres veces santa la embajada estadounidense.
Varios ministros israelíes compitieron el miércoles por la mañana por ser los primeros en felicitar a Trump. Pero Netanyahu, conocido irónicamente como “el senador republicano de Jerusalén”, les ordenó contenerse. Luego, envió una felicitación personal a Trump. Poco después, ambos líderes mantuvieron una cálida conversación telefónica en la que Trump invitó a Netanyahu a visitarle cuanto antes en el despacho oval tras su nombramiento oficial.
Fuentes del Gobierno israelí declararon ayer que se trata realmente de “un gran amigo” del Estado hebreo pero subrayaron a su vez su particular personalidad, con un comportamiento difícil de prever. “Él es proisraelí de forma clara, y un aliado en materia de defensa, diplomacia y economía. Conoce el poderío financiero de Israel, mantiene relaciones muy próximas con hombres de negocios inmobiliarios, y muchos de sus amigos son judíos. Pero no todo es rosa. Se trata de un personaje impulsivo e imprevisible, que tiene tendencia a complicarse con sus socios”, explica la misma fuente gubernamental. En un momento determinado, Trump exclamó durante la campaña que todos los estados deben pagar por la ayuda militar que reciben de EE.UU., incluido Israel. Rápidamente se retractó en lo que respecta a Israel, pero las alarmas se dispararon al instante en Jerusalén.
En cuanto a sus distintas promesas en la campaña sobre la embajada, respecto al aumento de la ayuda militar a Israel, el reconocimiento de la anexión israelí de asentamientos en Cisjordania, y sobre la anulación del acuerdo nuclear con Irán sellado por Obama, en Jerusalén se toman con cautela su mensaje. El acuerdo con Teherán no fue firmado únicamente con Washington, sino que involucra a seis países más y no sería fácil desmantelarlo.
Algunos ministros del ala más nacionalista, tales como Naftali Bennet, celebraban ayer que “esta es una oportunidad; se acabó la era del Estado palestino y la fórmula de los dos estados. Es una idea que pone en peligro nuestra seguridad y es injusta”.
El jefe de la campaña de Trump, el norteamericano de origen israelí Zvika Brot, no está seguro de que el nuevo presidente cumpla todas sus promesas, pero no duda que su triunfo es positivo para los intereses de Israel, y que en la ONU se posicionará al lado de Israel y hará frente a sus enemigos con mucha más firmeza que Barack Obama.
En Ramala no pudieron esconder su decepción por el resultado, y el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abas, publicó un comunicado lacónico en el que afirmó que “la presidencia palestina trabajará con todo presidente electo en Washington para lograr la paz en Oriente Medio basándose en la fórmula de los dos estados”.
El general Amos Yadlin, exjefe de la inteligencia militar, declaró que “Israel se encuentra ahora con una administración que no tiene una política definida en Oriente Medio, lo que supone una oportunidad. La política de EE.UU. en los últimos tiempos dañó su relación con algunos aliados, como Egipto, Arabia Saudí y Turquía. A éstos habrá que añadir a Jordania y a otros países del Golfo, y crear una fuerte alianza que se enfrente a los desafíos regionales”.