La estabilidad global en la era Trump
Los airados votantes estadounidenses que se han sentido menospreciados por el establishment de Washington han expresado su opinión. Un mundo atónito debe asumir ahora lo que la elección de Donald Trump como 45.º presidente de Estados Unidos significa para la estabilidad global en los próximos años.
El mundo dispone de algún tiempo para reflexionar sobre las plenas implicaciones de la victoria de Trump, porque no tomará posesión del cargo hasta el 20 de enero del 2017 y empleará entonces meses nombrando su personal con los hombres y mujeres que de hecho formularán y aplicarán sus políticas.
Un aspecto que ahora conocemos es que los gobernantes autoritarios del mundo pueden descansar con mayor comodidad. No escucharán más palabras desabridas procedentes de Estados Unidos sobre el desprecio de sus regímenes por la democracia, la libertad o los derechos humanos. El objetivo estadounidense de hacer del mundo un lugar más seguro para la democracia será reemplazado ahora por una política de “Estados Unidos primero”, un enorme cambio en la política exterior de Estados Unidos que ya suscita júbilo en los pasillos del poder rusos y chinos.
Sabemos también que la victoria de Trump pone en peligro el comercio mundial. Trump ha prometido abandonar el acuerdo Transpacífico de 12 países, imponer aranceles punitivos sobre las importaciones chinas y renegociar unilateralmente el tratado de Libre Comercio de América del Norte. Es lo último que el mundo necesita al día de hoy, dado que el comercio –y la propia economía global– ya están luchando por ello.
Trump ha prometido reforzar el sistema de seguridad militar y nacional de Estados Unidos y perseguir agresivamente el Estado Islámico y las amenazas yihadistas en el mundo. Pero eliminar el EI y aportar auténtica estabilidad a Oriente Medio exigirá mucho más que lo que ha propuesto hasta el momento actual. Y aunque probablemente revisará sus desmesurados comentarios sobre las armas nucleares, no podemos pasar por alto la posibilidad de que el mundo entre en una nueva fase de proliferación de armas e inestabilidad.
Trump ha dicho que renegociará el acuerdo nuclear con Irán y ha prometido renegar de los compromisos estadounidenses sobre la reducción del carbono de acuerdo con el Acuerdo de París sobre el clima que son dos de los logros diplomáticos importantes de la comunidad internacional de los últimos años. Las consecuencias de una retirada de EE.UU. de ambos logros están en las mentes de todos. En cualquier caso, la estabilidad mundial indudablemente sufrirá las consecuencias.
La estrategia de Trump en política exterior se basa en permanecer imprevisible. Pero cierta cautela en las relaciones exteriores ha formado parte con frecuencia de la política estadounidense (sólo han de preguntárselo a Henry Kissinger); la predecibilidad se halla en el corazón del sistema estadounidense de alianzas, relaciones y amistades que ha cultivado a lo largo de muchas décadas. Dañar la postura estadounidense como protagonista de buena fe en la escena mundial prepararía el terreno para una amplia inestabilidad.
Cuando Trump tome posesión del cargo, habremos de actuar con rapidez para tranquilizar a los amigos y aliados de Estados Unidos en el mundo. De lo contrario, podrían buscar relaciones alternativas con los adversarios de Estados Unidos u otros protagonistas desabridos.
La Unión Europea desempeñará un papel esencial en el drama al acecho porque ha sido el socio principal en cuestiones globales y viceversa. Trump, sin embargo, ha elogiado la decisión del Reino Unido de abandonar la UE y sus únicos amigos europeos hasta la fecha son figuras tales como el líder del partido británico por la independencia, Neil Farage, que lideró la campaña del Brexit e incluso dejó perplejo a Trump en Estados Unidos. Se lo proponga o no, Trump dará a los populistas y nacionalistas como Neil Farage un balón de oxígeno en los próximos meses y años.
Trump puede descubrir demasiado tarde que una Europa fracturada es una Europa menos estable y que hay adversarios de EE.UU. dispuestos a aprovechar la oportunidad de la desunión europea. Rusia, por su parte, intenta abiertamente socavar a la UE y cambiar las reglas de juego en Europa. El presidente ruso, Vladímir Putin, puede ahora considera a Trump como un nuevo socio en su proyecto revisionista, pero podría también perfectamente extralimitarse.
El mundo habrá de dar tiempo a Trump para girar de su agresiva campaña a una gobernanza responsable, que es la única forma de que Estados Unidos pueda mantener su influencia global. Habrá de adoptar sus decisiones en lo concerniente a los nombramientos de los cargos de la secretaría de Estado, la secretaría de
Los regímenes autoritarios estarán más cómodos: se librarán de las condenas de EE.UU. a sus abusos
Defensa y la consejería de Seguridad Nacional en breve periodo de tiempo y el mundo mirará con lupa a los elegidos.
Puede suceder que Trump adopte decisiones adecuadas. Pero, dado el talante de su campaña, la confianza en Estados Unidos en el caso de sus socios extranjeros se halla en horas bajas. Con la victoria de Trump, el mundo ha entrado de modo determinante en un período de creciente imprevisibilidad e incertidumbre. Los desafíos globales se multiplican y el orden internacional tal como ha existido desde el final de la Segunda Guerra Mundial se halla bajo grave amenaza. Aun en las mejores circunstancias, la elección de Trump ha reforzado indudablemente estas preocupantes tendencias.