Las bolsas confían ahora en Trump
LOS mercados financieros han pasado en pocas horas del miedo a Donald Trump en la Casa Blanca al optimismo. Las caídas de las bolsas durante la campaña electoral, a medida que recortaba distancias con Hillary Clinton –culminadas con el batacazo que sufrieron en los primeros momentos al conocerse la victoria del candidato republicano–, han dado paso a un impulso alcista en las últimas 48 horas, que incluso ha llevado a Wall Street a batir récords.
El radical cambio de actitud de los inversores, sobre todo los de Estados Unidos –a los que siguen los mercados del resto del mundo–, parece deberse a que de repente se han fijado en los aspectos positivos de las promesas económicas de Trump para el crecimiento a corto plazo. En este sentido habrían desviado, al menos temporalmente, el foco de atención de las incertidumbres que su política genera, que las hay y siguen siendo importantes.
Al parecer, el nuevo tono empleado en sus primeras declaraciones como presidente electo, mucho más mesurado que el empleado durante la campaña electoral, y sobre todo la reiterada insistencia en la puesta en marcha de su ambicioso programa de inversiones públicas para renovar las infraestructuras de Estados Unidos han provocado el cambio de orientación de las bolsas, especialmente la estadounidense.
El aumento del gasto público y las rebajas generales de impuestos pueden suponer a largo plazo, como se temía, un desequilibrio en las cuentas públicas estadounidenses, con un aumento de su déficit público y de su ya abultada deuda pública, así como graves tensiones inflacionistas, agravadas por las subidas de salarios que provocará su política antiinmigración. Pero a corto y medio plazo –y en eso se fijan ahora los mercados– supondrán una importante inyección al crecimiento económico y a la creación de empleo, tanto por la vía de la inversión como del consumo, que generará mayores beneficios para buena parte de las empresas del país.
Hay que tener en cuenta que no necesariamente una política económica equivocada, como a largo plazo puede ser la de Trump, perjudica a todos. De momento hay sectores empresariales que se beneficiarán mucho, como los relacionados con las infraestructuras, en primer lugar, pero también la poderosa industria de defensa, la tecnológica, la sanidad privada –si se anula la reforma sanitaria de Obama–, la industria del petróleo –si se suspenden las medidas relaciona das con el fomento de otras energías para combatir el cambio climático, en el queTrumpy los republicanos no creen– y el sector bancario –si se confirman las promesas de una mayor desregulación financiera que pondría fin al mayor control impuesto por Obama tras la gran crisis–.
Asimismo, las bolsas parecen haber querido olvidarse, al menos por el momento, de las amenazas del retorno de Trump al proteccionismo, aunque en el fondo no ven mal una pausa en un proceso de liberalización comercial que quizás iba demasiado rápido.
Los riesgos de mayor inflación que comportará la nueva política económica de Trump, si esta se consolida, obligarán a la Reserva Federal a ejecutar una política monetaria más restrictiva, con subidas de los tipos de interés más acusada s que las inicialmente previstas, lo que probablemente, cuando llegue, no será bien recibido porWall Street, aunque es algo que también beneficiará a la banca. La llegada de Trump a la Casa Blanca, en suma, comporta unos cambios radicales en la política económica –que sólo Estados Unidos se puede permitir– cuyos efectos serán seguidos muy de cerca por los mercados financieros.