La Vanguardia

Las jaulas

- Quim Monzó

Hace unos días, en las páginas de Vivir Albert Molins Renter explicaba que a partir de hoy el cómico Rémi Gaillard vivirá dentro de una jaula de la perrera de Montpellie­r. Dice que no saldrá hasta que la gente haya adoptado tresciento­s perros de ese refugio canino o bien hasta que haya recibido donaciones por un total de 50.000 euros.

Gaillard es un montpeller­ino especializ­ado en vídeos burlescos. Como no podía ser de otra forma hoy en día, trabaja sobre todo pensando en YouTube y Facebook. Rodó su primer gag en 1999, con un amigo de infancia. Consistía en ducharse en público en una estación de lavado de coches. Otras proezas: chutar una pelota de fútbol y marcar en un furgón de policía; o bien, vestido de mariposa, cazar con un salabre a un policía. Desde el año pasado se dedica a defensor de los animales. Se disfraza de perro, se viste de orca en Marineland... Es dentro de esta nueva tendencia animalista que hay que inscribir la protesta que empieza hoy. Explica Molins algunos de los vídeos de Gaillard: “Una mujer contempla atónita cómo el mundo se ha trastocado: en las jaulas de la perrera no hay animales sino personas, y el personal que atiende las instalacio­nes no son seres humanos, sino animales que, lógicament­e, son personas con disfraces enormes de animales. Sea como sea, finalmente la mujer abandona la perrera con el animal que pretendía dejar. En otro vídeo –que generó mucha polémica en Francia– fue el mismo humorista quien se disfrazó de perro de peluche. En la grabación, que también se puede ver en su canal de YouTube, Gaillard se dedica a ‘molestar’ a las personas; por ejemplo, jugando con un palo de madera, hurgando la arena de la playa, desenterra­ndo huesos y haciendo sus deposicion­es”.

Encerrarse dentro de una jaula en un lugar donde lo habitual es que en las jaulas haya bestias me hace pensar en Albert Vidal, un actor catalán que se formó con maestros como Dario Fo, de cuya compañía formó parte. Yo a veces lo observaba mientras cenaba en una pizzería de la plaza Artós, en Sarrià, de la que los dos éramos clientes habituales. En noviembre de 1983 se encerró en una jaula del zoológico de Barcelona como “hombre urbano”. Los técnicos del zoo prepararon un cartel igual al resto de carteles de las otras jaulas: de dónde es esta especie, dónde se la puede encontrar... Y otro en el que se leía: “Se ruega no molestar al ejemplar”. Lo pusieron cerca del recinto de los chimpancés. Estuvo tres días, durante los cuales recibía la comida de un empleado, igual que el resto de animales. Si no recuerdo mal iba con traje y corbata, y tenía una silla y una pequeña mesa con máquina de escribir y teléfono. Poco después, en abril de 1984 repitió la exhibición en el zoo de la Casa de Campo de Madrid, dentro del IV Festival Internacio­nal de Teatro.

Ahora, comparemos ambas acciones. La de Albert Vidal enjaulado, serio y vestido de oficinista, y la de Rémi Gaillard, acompañado de empleados de la perrera en plan peluches, igual que las estúpidas mascotas de los equipos de basket. ¿Dónde está aquí la gracia, el contraste contundent­e que te hace reflexiona­r?

El hombre no saldrá de la jaula hasta que la gente haya adoptado tresciento­s perros de esa perrera

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