Una Argentina incómoda
El ciudadano ilustre
Dirección: Mariano Cohn y Gastón Duprat. Intérpretes: Óscar Martínez, Dady Brieva, Nora Navas Producción: Argentina, 2016. 112 m. Comedia ácida.
Hay películas que te obligan a ponerte en el filo de la butaca. Unas porque te tienen en vilo; otras porque sencillamente son incómodas de ver. El ciudadano ilustre suma ambas sensaciones, el interés (creciente) y el bochorno. La incógnita por lo que vendrá y la turbación. No es un filme confortable, no. Sus situaciones jocosas te congelan la sonrisa. Pero te ríes, claro. Aunque por momentos te hace padecer. Desde luego no te deja indiferente. Es una propuesta crítica al mismo tiempo que tierna, sin caer por eso en el dulzor almibarado.
Arranca con la presentación de un personaje incómodo de por sí, el escritor laureado Daniel Mantovani, que vive en Barcelona. Un novel, nada menos. Un argentino lejos de su país. El actor Óscar Martínez, una institución en Argentina, es responsable en buena medida de la simpatía –más bien poca– que despierta el tal Mantovani.
Un hombre sincero que es un misántropo asqueado. Un personaje que uno no puede dejar de preguntarse cómo lo hubiera encarado Ricardo Darín. Más próximo, seguro. Menos áspero y lleno de esquinas. Martínez, por su trabajo, se alzó con la copa Volpi al mejor actor en el pasado festival de Venecia. Lo cierto es que aquí casi todos están de premio. Los directores, quizá por ser dos, controlan los secundarios –lo mejor del filme– como si fueran estrellas. Todos tienen sus momentos, y todos son necesarios para crear el ambiente de desasosiego e intranquilidad que envuelve, y volvemos al filme, la visita de Mantovani a la pequeña ciudad argentina que lo vio nacer.
El ciudadano ilustre es la historia de un regreso, y el regreso nunca es impune. Y menos cuando Mantovani vuelve a una Argentina, la de ahora mismo, corroida por un populismo de falsa confraternización entre poderosos y desvalidados. El mejor retrato de la supervivencia en los pliegues de la sociedad de eso que allí llaman el peronismo y aquí populismo, algo muy particular de Argentina y al mismo tiempo absolutamente universal. La habitual falsa confraternización entre unos y otros en una sociedad descarada en las formas y obediente en el fondo. Casi gangsteril.