La Vanguardia

Enfermedad americana

- Josep Oliver Alonso

Sorpresa en EE.UU.? La crisis financiera dio carta de naturaleza a aquel motto que postulaba que lo que ayer no podía ni imaginarse hoy es simple realidad. Y la victoria de Trump confirma la emergencia de esa nueva normalidad, cuyas razones últimas tienen un aire vagamente familiar. Porque también en Europa ha aparecido con fuerza la protesta contra una desigualda­d creciente y un futuro sombrío, hijos naturales de la globalizac­ión y el cambio técnico.

¿Era inevitable lo sucedido? No me lo parece. Porque hace tiempo que el diagnóstic­o acerca de los perversos efectos, económicos y sociales, de la desigualda­d está hecho. Raghuram Ranjan, profesor en Chicago, ex economista jefe del FMI y ex gobernador del Banco Central de India, mostró ya en Fault Lines (2010) la estrecha relación existente entre aumento de la desigualda­d, endeudamie­nto y crisis financiera. Y Joseph Stiglitz ha destacado cómo, entre 1980 y 2013, el crecimient­o real de la renta del 1% más rico en EE.UU. alcanzó el 142%, mientras los ingresos más habituales apenas avanzaban e incluso, desde 1989, se contraían.

Esta dinámica ha comportado una creciente concentrac­ión de renta y riqueza, que explica gran parte de la creciente tensión política. En el 2013, en EE.UU., el 3% más rico absorbía el 31% de la renta que se generaba anualmente y poseía el 54% del patrimonio privado; si suman a ello lo que acumulaba el 7% que seguía a continuaci­ón (17% del ingreso y 21% de la riqueza), quiere ello decir que el 90% restante sólo conseguía obtener el 52% del ingreso y acumular el 25% del patrimonio. Y, la crisis ha acentuado esta tendencia: Emmanuel Saez ha demostrado cómo, entre 2009 y 2012, el 1% más rico de EE.UU. absorbió el 91% del crecimient­o de la renta. Pero, ciegas ante esta realidad y sus efectos, las elites americanas han continuado incólumes al desaliento. Y cuando han emergido voces contrarias, como las de Bernie Sanders, se las ha ignorado. Con este panorama, ¿alguien se sorprende de que Trump abandere la protesta?

En Europa también cuecen habas. El tóxico cóctel de xenofobia, racismo y polarizaci­ón electoral, trufado con posiciones radicales antiestabl­ishment, proteccion­ismo y retorno a los estados nación, refleja el mismo problema de fondo. Es decir, creciente insegurida­d económica, temor al futuro y/o reducción del bienestar. Y el Brexit, la oposición al acuerdo comercial con Canadá, el ultranacio­nalismo húngaro o polaco, la xenofobia de Le Pen en Francia o de Geert Wilders en Holanda, son sólo algunos de los ejemplos de esa potente corriente de fondo.

No somos distintos. Y en ambas orillas del Atlántico los mismos problemas económicos generan parecidas respuestas políticas. Ojala el electrosho­ck de la victoria de Trump despierte, finalmente, a nuestras elites, aunque lo dudo. Porque la nueva normalidad, la enfermedad americana, ha llegado. Y está aquí para quedarse.

En ambas orillas del Atlántico, los mismos problemas generan parecidas respuestas políticas

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