Exhibicionismo brutal
El psicoanalista Leal Rubio enmarca la violencia entre menores en el escaparate de las redes
Proliferan las peleas entre jóvenes grabadas por el público que acude a verlas como si se tratara de un espectáculo.
Tienen normas: no pegarse en el suelo, prohibidos los mordiscos... Y también calendario: se citan una vez al mes para pegarse. Es el último episodio conocido, esta vez está pasando en Lugo, de violencia gratuita entre menores. Peleas o bullas, como les llaman sus protagonistas, que son grabadas por un público que acude a esos encuentros como si se tratara de un espectáculo y cuelga después las imágenes en las redes sociales. Episodios que plantean siempre la misma pregunta: ¿son ahora los menores más violentos que décadas atrás?
Responde José Leal Rubio, psicoanalista y consultor en salud mental de niños y adolescentes y presidente de la Comisión de Ética y Legislación de la Asociación Española de Neuropsiquiatría). No tenemos datos, revela, para confirmar que los menores son ahora más violentos. “Pero sí ha aumentado –añade– la morbosidad con la que exhiben sus actos y conductas”. El fenómeno novedoso hay que buscarlo, según este psicólogo clínico, “en la difusión”. Las bullas de Lugo habrían devenido, décadas atrás, en un hecho puntual. Si ahora perviven y las citas mensuales se repiten es “por la fascinación que ahora se tiene en mirar y ser mirados”, afirma Leal Rubio. El principal pánico del adolescente de hoy “es ser invisible. Si no estás en las redes sociales y no eres protagonista de esas imágenes, no existes”.
Años atrás funcionaba, entre las conductas transgresoras de los adolescentes, la cultura del oído (las bullas se explicaban y había que imaginarlas) mientras que hoy lo que prevalece es la cultura de la visión. Si una cosa no se difunde en las redes sociales, no existe ni ha ocurrido. A nadie le interesa, en ese mundo adolescente, hablar de una historia o un episodio que no ha quedado grabado en imágenes.
Además, recalca este psicoanalista, “lo local se ha quedado pequeño, la agresividad filmada traspasa hoy todas las fronteras y eso lo saben muy bien sus protagonistas. Ese sería otro aliciente que anima a repetir sus conductas a esos menores que se exhiben y divierten con este tipo de peleas, que en otra época no pasaban de ser un episodio doméstico sin trascendencia más allá del ámbito local en el que se producían.
José Leal Rubio defiende, sin embargo, que “la adolescencia sea transgresora”. Va con la evolución de la persona. El problema llega, sin embargo, cuando esas conductas se enquistan (la mayoría de menores vivirán estos episodios como algo temporal) y la violencia en la conducta perdura.
Aquí juega un importante papel la pérdida de normas o como lo define este psicoanalista, “el decaimiento de todos los soportes que necesita un menor para su formación”. Tanto da si el que falla es la familia o el propio sistema que no ofrece ninguna salida a esos adolescentes. El final, venga el problema de uno u otro sitio, siempre será el mismo. Como afirma Rubio Leal “un menor puede pagar una factura igual de cara por sobreprotección como por abandono”.
Para los expertos en salud mental de niños y adolescentes no es tan importante el hecho en sí (el menor siempre tendrá en un momento de esa etapa una actitud transgresora) como descubrir el origen o el motivo que le ha llevado a ese estadio o el significado que ese adolescente da a esa conducta. Nunca como ahora se habían estudiado esas premisas.
José Leal Rubio ha participado esta semana en el II Congrés de Serveis Socials celebrado en las Cotxeres de Sants y que se ha centrado en las violencias de los escenarios actuales. Una de las más nuevas es la que padecen, sin ser visible, los refugiados, tal y como quedó también de manifiesto en estas jornadas.
“El adolescente que hoy no aparece en las imágenes no existe; antes todo se contaba y ahora hay que verlo”