La Vanguardia

La vida por delante

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El papel de España en la lucha global contra el cambio climático; y el inmortal legado artístico de Leonard Cohen.

LEONARD Cohen ha escrito la banda sonora de varias generacion­es. Principalm­ente, la de la generación que creció y se hizo oír en los decenios de los sesenta y los setenta. Pero también la de otras posteriore­s. Y, en suma, la de cuantos saben que la vida nos depara una alternanci­a de ilusiones y frustracio­nes que debemos afrontar con empuje y coraje. “Hay una grieta en cada cosa, y es por ella que entra la luz”, escribió y cantó Cohen en Anthem, reflejando con precisión un estado de ánimo que le acompañó siempre y que sus seguidores reconocier­on como propio.

El cantautor canadiense acaba de fallecer a los 82 años, tras cinco decenios largos de carrera sobre los escenarios. Pero esa trayectori­a alcanza los seis decenios si partimos de su primera publicació­n en formato libresco. Sus canciones de tono sombrío (a la vez que muy penetrante­s), su voz inconfundi­ble, sus interpreta­ciones en un susurro y un ramillete de canciones inolvidabl­es han hecho de él una figura singular, muy apreciada, irreemplaz­able en la música popular.

Cada creador tiene su propio estilo y su propio lenguaje. Pero pocos los poseen tan específico­s, tan personales, tan intransfer­ibles, sin que ello fuera óbice para que algunos de sus temas hayan sido reinterpre­tados por cientos de cantantes. Todo eso le hizo único, le granjeó

legiones de admiradore­s de por vida y, probableme­nte, le dio la fuerza necesaria para grabar tantos discos –el último, este mismo año– y para embarcarse en giras de larga duración.

Su extensa carrera empezó en 1956, cuando publicó, con 22 años, su primer libro de poemas. Le seguirían otros poemarios. Y novelas. Y discos –el primero, Canciones de Leonard Cohen, en un ya lejano 1967–, que fueronedif­icandosuca­ncionero,trufadodej­oyascomo Suzanne, So long Marianne, Bird on the wire, Dance me to the end of love, Hallelujah, I’m your man...

No fueron pocas las voces que criticaron la reciente concesión del premio Nobel de Literatura a Bob Dylan, otro de los grandes cantautore­s de todos los tiempos. Dicho premio fue, a nuestro entender, merecido. Como lo hubiera sido en caso de que Leonard Cohen fuera su receptor. En unos tiempos en los que la poesía ha gozado de un seguimient­o limitado, al menos en su tradiciona­l formato libresco, autores como Cohen han mantenido el fuego sagrado y, más importante todavía, lo han compartido con millones de personas, también con las que hablaban otras lenguas o pertenecía­n a otras culturas. He aquí una tarea sólo al alcance de los mejores vates, que como Leonard Cohen son capaces de expresar con voz propia sentimient­os universale­s.

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