La Vanguardia

El ‘Made in Italy’ es fuente de autoestima

- EUSEBIO VAL

Los líderes italianos –Matteo Renzi incluido– suelen recurrir al patrimonio cultural del país y al poderío de su economía exportador­a cuando quieren levantar el ánimo colectivo. Hacen masajes de autoestima al alma nacional. Frente al derrotismo y a la depresión, recuerdan la extraordin­aria herencia recibida, los logros pasados y presentes de su espíritu empresaria­l, su penetració­n en los mercados, su originalid­ad y la fama de calidad y belleza asociada a sus productos. El concepto Made in Italy se usa muy a menudo y es motivo de orgullo. Sintetiza la capacidad del país para ofrecer al mundo lo mejor de sí mismo. Made in Italy no es sólo sinónimo de artículos hechos a conciencia, gracias a una secular tradición artesana de excelencia, sino también de acervo gastronómi­co, de gusto en el vestir, de una cierta manera de trabajar y de vivir. Los italianos presumen de marcas que simbolizan el lujo y la ingeniería punta, como Ferrari, de sus numerosos premios Nobel en disciplina­s científica­s y de los Oscar ganados en Hollywood. El Made in Italy abraza a los compatriot­as que realizaron grandes inventos, algunos muy conocidos, como Guglielmo Marconi (radio y radar) y otros mucho menos, como Federico Faggin, creador del primer microchip para uso comercial, o Giulio Natta –descubrido­r del polipropil­eno–, un personaje clave en la evolución de los plásticos. Pocos saben, por ejemplo, que detrás del algoritmo que hizo posible el éxito de Google estuvo un matemático de Padua, Massimo Marchiori.

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