Un punk del órgano con visión de futuro
EL ROMPEDOR SOLISTA GIRA POR ESPAÑA CON UN ÓRGANO DISEÑADO POR ÉL MISMO
Cameron Carpenter (Pensilvania, 1981) es mucho más que un músico. Es un pensador, un curioso de las matemáticas y un inventor que no se ha cortado lo más mínimo a la hora de diseñar un avanzado órgano digital que cuesta 1,3 millones de euros y está pensado para salir de gira. “Hoy en día has de poder girar para tener éxito”, clama. Así que no importa cuantos camiones moviliza el artefacto –de momento dos– cuyo teclado parece el puesto de mando de una nave espacial. De hecho, es una consola modular con cinco teclados que incluye tecnología informática sofisticada para reproducir digitalmente los sonidos de numerosos órganos americanos de tubos sin ninguno de sus mecanismos. Tres ordenadores traducen a analógica la señal digital y la envían a unos cuarenta altavoces.
Ni iglesias ni auditorios: este Quijote del órgano ha conseguido desvincular el instrumento de las instituciones y recorre libre con él el planeta. Ahora anda presentando su nuevo disco All you need is Bach (Sony Classical) con el que ha estado en China y se ha detenido ahora en tierras manchegas –hasta mañana en el Auditorio Nacional– después de haber recalado en el Palau de la Música de Barcelona. De música clásica a musicales, de improvisaciones a arreglos propios, así de amplio es el rango estilístico de este hijo de ingeniero e inventor, niño prodigio del teclado que completó su formación como compositor en la Juilliard School.
Su imagen le precede, con la cabeza medio rapada y un cuerpo que delata que un trabajo de pesas. Tal vez esto jugó también en favor para ser nominado hace años a los Grammy. “El músico del siglo XXI tiene que estar en forma para ser competitivo”, defiende. Y aún más: “Hay algo de actor y de bailarín en el organista. Se necesita un arsenal de habilidades, es en parte como dirigir una orquesta y requiere liderazgo, asumir riesgos”.
Hasta ahora nunca había habido un órgano como el suyo, cuya combinatoria de sonidos se multiplica exponencialmente de forma que necesitaríamos vivir 400.000 años para poder escucharlas todas. Tampoco había habido un organista que hiciera su carrera con su propio instrumento y grabara con él. “A muchos organistas les habría gustado practicar fuera de la iglesia, pero el órgano digital les parecía una solución barata, fuera del entorno nobiliario que acoge el órgano de tubos, de manera que no están al día en las novedades del instrumento”.
¿Y cuán fiel a Bach es usted con su instrumento?
“No tengo por qué ser fiel a Bach, no reconozco ninguna autoridad musical, y supongo que por eso tengo fama de ser un punk, porque aunque no soy un anarquista en la vida en general, en lo artístico no reconozco jerarquía”, asegura. “No les doy crédito a los directores, y no quiero parecer un psicópata o un raro, y no es que me importe un bledo el director de orquesta, al contrario, he tenido buenas experiencias con ellos, pero no veo la música como algo que deban gobernar las autoridades humanas”, concluye