Campos olvidados
El paisaje es desolador. Una doble alambrada separa a los hombres de sus mujeres e hijos, todos recién llegados, a la espera de su identificación por razones de seguridad. Mientras, encuentros a distancia alargando brazos entre alambradas separadas por medio metro de tierra de nadie. Han llegado de la guerra, de cualquiera de las diversas guerras que castigan la zona más convulsa del planeta y de las que sus víctimas ya olvidaron sus causas. Son sólo personas abandonadas a su suerte que han salido del fuego pero no saben si han quedado atrapadas en sus brasas en forma de campos de concentración.
Porque eso son en realidad los campamentos que les acogen. Áreas de aislamiento habilitadas en medio de la nada, envueltas en el polvo irritante levantado por la arena del desierto e ilustradas por tiendas provisionales que facilitan el mínimo cobijo. Sol inclemente, horizonte estéril. Mientras, los burócratas cómodamente instalados en despachos de grandes capitales políticas discuten las minucias y los matices sobre quién es refugiado y quién es desplazado. Y aunque dependa de si han huido de otro Estado o del propio, las víctimas, todas, no entienden de polémicas y miran al infinito de sus esperanzas sin atreverse siquiera a sonreír. Observan con desconfianza, preguntan con inquietud y se mueven con resignación rodeados de niños porque más de la mitad de esta población es infantil. Fotografía ampliada del drama. Inocentes criaturas que no pueden evitar movimientos violentos ni juegos bélicos fruto de lo que han vivido: decapitación pública del padre, asesinato de familiares, bombas estallando a su alrededor, balas impactando en las paredes de su casa, saqueo del domicilio, brutalidad a destajo. Unos lo cuentan, otros lo callan, pero todos lo sufren.
Sólo en la zona del Kurdistán iraquí sumaban más de un millón antes de la batalla de Mosul, repartidos entre decenas de campos construidos para una cuarta parte de quienes actualmente los ocupan. Eso obliga a su ampliación o a construir otros nuevos. ¿Hasta cuándo? Nadie sabe responder, pero algunas de las instalaciones en fase de construcción indican lo peor. La solidez de sus bases contrasta con la precariedad de las primeras y sus dimensiones multiplican los metros cuadrados destinados hasta hoy para desesperación de concienciados e impotencia de voluntarios.
Unicef, consciente de la emergencia creciente y desbordante, pondrá en marcha la próxima semana su campaña para recaudar fondos destinados a paliar los efectos de tanta devastación. Escuelas, higiene, agua potable, alcantarillado, alimentación y atención psicológica para los más pequeños pero con alcance a sus mayores. Seres humanos que reclaman la misma dignidad que exigimos nosotros. Tan egoístas en nuestras reivindicaciones como refugiados también en nuestra comodidad.
Seres humanos que reclaman la misma dignidad que exigimos nosotros