Espina vuelve a las raíces
La productora de embutidos factura 24 millones de euros y exporta un 45%
El bocadillo del desayuno puede ser (entre otros) de jamón york o de jamón serrano. Pero hilando fino, este jamón debería llamarse cocido o curado. “Más allá de su gusto y de su aspecto, el embutido se distingue por el proceso de elaboración”, explica la familia Espina de Vic, que desde el 1911 elabora embutidos.
Como era habitual en la zona, los Espina abrieron un obrador para elaborar longanizas. Alfons Espina las vendía en los establecimientos de la comarca y, su hijo Ramon y después su nieto Miquel tomaron el relevo del negocio. Fue entonces, en los años sesenta, cuando la empresa se industrializó. Sus hijos Juli e Ildefons, que están al frente del negocio, explican que hasta entonces, Espina elaboraba artesanalmente embutidos curados. “El secado duraba meses y cualquier error en la ventilación se pagaba caro. Nuestro padre observó que eso no pasa en los embutidos cocidos, como el jamón york, el bacón o el pavo, porque la cocción es mucho más rápida. Así que decidió invertir en maquinaria de embutido cocido en unos tiempos donde casi sólo se producían curados”. Las nuevas instalaciones aumentaron la producción y, con el cocido bajo el brazo, Espina empezó a distribuir al Estado y al extranjero. “En los noventa, entramos en Francia y Portugal pero cogimos fuerza a Rusia y a los países del Este. Allí el consumo de embutido cocido es muy alto”. Durante 5 años, Espina tuvo incluso una fábrica en Rumanía, que en los 2000 transformó en un almacén que hoy mantiene abierto.
En los años precrisis, la familia asegura que el negocio alcanzó ventas de 30 millones de euros. “Pero además de la coyuntura, hace 4 años sufrimos el boicot de Rusia en Europa, un país que suponía el 20% de la facturación. Las ventas desaparecieron de un día para otro y ahora intentamos suplir el vacío con Latinoamérica. Exportamos a 25 países, la mayoría de Europa y en República Dominicana, Panamá y Colombia”.
Espina asegura que los clientes son distribuidores extranjeros (45%), grandes cadenas de alimentación (20%), pequeño comercio (15%), fabricantes de embutidos que compran los cocidos a Espina y empresas del sector hotelero y de la restauración.
Juli Espina, director general del negocio, asegura que la empresa cerró el 2015 con una facturación de 24 millones y que, este año, alcanzará una cifra parecida. El director explica que el salto vendrá el 2017, cuando prevé llegar a los 28 millones. “Hemos adaptado la maquinaria para producir embutido sin gluten ni lactosa y también hemos invertido 800.000 euros en nuevo espacio y maquinaria. Hasta ahora, el 25% de las ventas provenían de embutidos curados que elaboran otros fabricantes para Espina. Ahora, volveremos a producir embutido curado. Queremos volver a las raíces. Reivindicar la tradición artesanal y la vinculación con el territorio de nuestros embutidos. Acabamos de lanzar un fuet de alta gama”.
Espina emplea a 140 personas y el año que viene contratará unas 15 más. Siempre en la fábrica de Vic, claro, donde la familia y el negocio tienen raíces centenarias.
La familia Espina fue pionera en producir embutido cocido en Osona y ahora vuelve a las raíces con los curados