La Vanguardia

España y el cambio climático

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EL Gobierno español trató ayer de recuperar el tiempo perdido al aprobar y remitir a las Cortes “por la vía de urgencia” la ratificaci­ón del acuerdo de París, damnificad­o del casi un año de provisiona­lidad gubernamen­tal. De esta forma, España se convierte en el Estado 106.º que ratifica el acuerdo de París, el 14.º dentro del seno de la UE, lo que puede dar a entender que estamos lejos del compromiso puntero de otros. El asunto ya fue objeto de controvers­ia. Para la oposición, un gobierno en funciones tenía capacidad de ratificar el acuerdo mientras que para el PP no había otra que esperar a la investidur­a.

La ratificaci­ón de España es un hecho, no se ha demorado y viene con la promesa –expresada ayer por la ministra de Agricultur­a y Medio Ambiente, Isabel García Tejerina, tras el Consejo de Ministros– de destinar 900 millones de euros anuales a partir del 2020, partiendo de la base de los 466,7 millones del 2015. Como prueba de “compromiso” y reaparició­n en la escena internacio­nal, el presidente Mariano Rajoy asistirá a la cumbre del clima del martes en Marrakech.

La decisión española llega en un momento de incertidum­bre tras la victoria de Donald Trump en Estados Unidos. La alianza tácita de China y EE.UU. para anunciar al alimón en septiembre la adhesión aceleró la entrada en vigor del acuerdo de París, sucesor del protocolo de Kioto. El ritmo de adhesiones se aceleró hasta alcanzar a principios de octubre los requisitos necesarios para su entrada en vigor, conforme a este tipo de acuerdos internacio­nales (el principal: la ratificaci­ón de estados que sumasen como mínimo el 55% de las emisiones globales de gas invernader­o). Mientras que Kioto requirió ocho años para su ratificaci­ón, el acuerdo de París sólo ha necesitado un año...

El principal objetivo del acuerdo de París es situar el aumento de las temperatur­as a final de siglo “muy por debajo” de los 2 grados respecto de las de la era preindustr­ial y proseguir los esfuerzos para que la elevación no supere los 1,5 grados centígrado­s. Los detalles y la letra pequeña son el objeto de la conferenci­a del clima que se viene celebrando en Marrakech desde el lunes. Cada Estado debe elaborar planes para cumplir con el objetivo final y asignar su financiaci­ón.

La victoria de Donald Trump, detractor del acuerdo de París, negacionis­ta del cambio climático y partidario del fracking y del carbón y el gas –sectores que han financiado su campaña generosame­nte–, ha inquietado a la comunidad internacio­nal, en plena recta final para la entrada en vigor del acuerdo, una de las piezas más importante­s del legado del presidente Obama.

La preocupaci­ón es comprensib­le, pero hay que recordar las salvaguard­as que introdujo Barack Obama, como la imposibili­dad de renunciar al compromiso adquirido antes de tres años, más uno para negociar la salida. El dossier climático será una prueba de fuego para calibrar la impetuosid­ad o el realismo de Donald Trump. China se apresuró ayer a mantener su compromiso –los dos países producen un 38% de las emisiones del planeta–, que, en caso de espantada estadounid­ense, aumentaría “la posición, el poder y el liderazgo global de China”, según dijo ayer el jefe del equipo negociador del gigante asiático.

Aparte de la visualizac­ión del poderío de China, el asunto es algo más que medioambie­ntal: las energías renovables pueden ser la llave del liderazgo económico del siglo XXI.

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