Alarma Nisman
Poco a poco, talmente un rosario de malas noticias, Argentina va descubriendo la terrorífica herencia que les ha legado el kirchnerismo.
Tanto, que es probable que se hayan vacunado, para mucho tiempo, contra el virus del populismo que sacude a las democracias liberales. El régimen K fue un gobierno muy corrupto, que contaminó, con la pata ideológica, todos los estamentos de control del Estado, permitió el matonismo de los piqueteros, reprimió a los disidentes y, por el camino, desvió el país hacia el eje enloquecido del bolivarismo. Como todos los populismos desaforados, abusó de la retórica demagógica tanto como vació las arcas del Estado, y el resultado es un país que ahora se alarma por las cifras de la pobreza, las dificultades financieras y el vaciado del dinero público. No se puede saber si Macri conseguirá estabilizar la situación, pero si sale adelante, aparte de tomar decisiones difíciles y, en algunos casos, traumáticas, necesitará mucho tiempo para conseguirlo. Este estropicio no se resuelve con dos días.
Más allá de la corrupción, que alimenta los juzgados, donde van desfilando grandes nombres propios del régimen –presidenta incluida, tan rebosada de causas judiciales que nadie osa aventurar su destino–, hay una herencia más silente pero letal para la buena salud del Estado de derecho: la infiltración del kirchnerismo en la estructura del poder judicial. Emulando el chavismo, los K también removieron la judicatura en función de sus intereses, tanto para consolidar su poder más allá de la Casa Rosada como para blindar las consecuencias posteriores. Y el primer resultado nefasto de esta infiltración ha sido la paralización de las dos grandes causas judiciales que sacuden la realidad y la conciencia argentinas: la muerte del fiscal Nisman, el día antes de presentar las pruebas contra la presidenta por “traición a la patria”, a raíz del acuerdo con Irán; y la misma acusación contra Cristina.
Casi dos años después del presunto asesinato, todavía no ha empezado ninguna de las dos causas y el retraso se debe, según todas las fuentes consultadas, tanto políticas como periodísticas, a la influencia que todavía tiene el régimen K sobre algunos jueces y fiscales que fueron estratégicamente situados durante su época. Es decir, en este punto el kirchnerismo consiguió mantener cuotas de poder gracias a la infiltración en los otros poderes del Estado que teóricamente son independientes. Diría que alguna cosa de esas conocemos en nuestra casa...
Y a causa de esta contaminación de poderes, la muerte de un fiscal general queda, todavía, en el limbo más ignominioso. No es que no se sepa qué pasó y quién lo mató, es que no se ha empezado todavía la causa.
Este es el legado más trágico de la vergüenza kirchnerista. También es, sin duda, el reto más difícil del nuevo Gobierno: desmantelar el Estado en la sombra que se ha instalado dentro del Estado.
Argentina ahora se alarma por las cifras de la pobreza, las dificultades financieras y el vaciado del dinero público