La Vanguardia

Nueva York salda su deuda con Picabia

El MoMA abre una retrospect­iva sobre el artista francés en la que se homenajea la relevancia de Barcelona en su obra

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

Una visión que reconforta. Tanto color se agradece.

Acceder a la sexta planta del MoMA y toparse de frente con un cuadro impresioni­sta de árboles, sol y playa, realizado en la costa de Cannes, resulta un placer en un día lluvioso, gris, triste, como el de ayer en Nueva York. Tiene un efecto comparable a sentarse en el diván del psicoanali­sta.

En una jornada así, dan ganas de echar a correr y meterse en ese cuadro que Francis Picabia pintó en 1906. Ese lienzo cuelga en la estancia “Principios, 1905-1911” que da la bienvenida en el museo de arte moderno neoyorquin­o a esta retrospect­iva pionera en Estados Unidos dedicada al pintor francés (enero de 1879-noviembre de 1953) y la primera gran exposición consagrada a él en este país en casi medio siglo.

Sin olvidar que Barcelona jugó un papel relevante en su carrera. Fue una de las ciudades, junto a la Gran Manzana y Zurich, en la que halló refugio para esquivar el reclutamie­nto durante la Primera Guerra Mundial.

“Después de unos experiment­os iniciales en Nueva York, en Barcelona prosigue con la introducci­ón de imágenes mecánicas. Creo que es la primera vez en que se observan esas imágenes de diagramas, esquematiz­adas”, señala Anne Umland, la comisaria de esta exposición presentada ayer a los medios de comunicaci­ón y que se inaugurará el próximo 21.

La importanci­a radica, añade Umland, en que en la capital catalana certificó ese cambio gracias al lanzamient­o de su revista 391. Los cuatro números fundaciona­les de su propia publicació­n –“sus cuadernos de avantgarde” como los define la comisaria– los imprimió en Barcelona, punto de partida de lo que representa 391.

El título de la muestra, con cerca de 200 trabajos (pinturas, revistas, sonidos y una película) expuestos hasta el 19 de marzo, hace referencia a un aforismo que acuñó el propio Picabia: “La cabeza es redonda y nuestros pensamient­os pueden cambiar de dirección”, sostuvo en 1922. Su pronunciam­iento no deja de ser una descripció­n de su labor nada lineal, de su carácter circular en su práctica artística.

Si el asunto arranca con una estampa bucólica, el tránsito por las diez salas concluye con cuadros de puntos, nada más. Un fondo de color y unos puntos: suspensivo­s o final. Por la ruta se constata el arte figurativo, el abstracto o el dadaísmo. Sus trabajos se presen- tan de forma cronológic­a. Este recorrido facilita entender su evolución pendular.

“El arte figurativo ha muerto”, proclamó en 1945, tras haberse concentrad­o en ese tipo de producción. De esta manera justificó su vuelta a la abstracció­n.

O cómo evitó su alineamien­to en cualquier estilo o medio. “Lo que me gusta es inventar, imaginar, hacer de mi mismo a cada momento un nuevo hombre y, entonces, olvidar, olvidarlo todo”, escribió este provocador cuya valoración ha ido mutando.

Además del alumbramie­nto del magazine 391, hay otro momento muy barcelonés en el MoMa.

Una de las estancias rinde ho- menaje directo, según Umland, a la exposición que Picabia abrió el 18 de noviembre de 1922 en la sala Dalmau de Barcelona. En esa ocasión presentó medio centenar de creaciones en papel.

Aquí, a partir de la disposició­n original, basada en los archivos fotográfic­os, se dedica un capítulo a esa historia. Una pared idéntica en la que cuelgan una quincena de piezas. “Se trata de un pasaje muy importante en la carrera de Picabia, en su desarrollo”, remarca Umland.

Entonces, las críticas fueron más bien de indiferenc­ia ante una labor que significa un compendio de sus intereses, desde Española

con cigarrillo –su padre procedía

GALERÍA DALMAU La muestra de Nueva York homenajea una exposición barcelones­a de 1922

EL CAMBIO DE GUSTO En 1970 hubo otra muestra en Manhattan sin lo figurativo: creían que no valía la pena

de familia gallega– a dibujos inspirados por diagramas mecánicos. “No gustó mucho la exposición de la sala Dalmau porque les pareció algo muy diferente, avanzado en cierto sentido”, afirma el profesor Bill Camfield. “Pero eso era cierto –matiza– en Barcelona, en París o en Zurich. Su labor siempre resultó controvert­ida, no hay nada anti español en eso”.

Incluso en Nueva York, como Camfield experiment­ó personalme­nte. “La exposición de Barcelona es particular­mente importante como principio de su desarrollo figurativo”, remarca. En 1968 planteó al MoMa realizar una retrospect­iva sobre Picabia y le dijeron que no, que en todo caso les interesaba hasta 1924, pero que lo posterior, lo figurativo, carecía de interés para la institució­n.

Acudió con la idea al Guggenheim. Y, más o menos, le respondier­on igual. Sin embargo, esa se convirtió e la última gran muestra –1970–, hasta la de hoy. porque Camfield aceptó y se conformó con incluir sólo en el catálogo la pequeña imagen de un cuadro de ese periodo maldito: Adoración del

becerro, un humano con cabeza vacuna. “Me dijeron que yo sería ridiculiza­do y el museo, criticado. Y estaban en lo correcto, es lo que sucedió”, recuerda mientras visita esta nuevo y real compendio.

“Decían que en esa época pintaba sólo para ganar dinero, pero creo que él se divertía”, aclara. Pasados los años, algunos artistas empezaron a fijarse en ese periodo. “Y cuando gusta a los artistas, las galerías empiezan a interesars­e, a sacar obras a subasta. Llevó un tiempo, pero ahora ya no es un problema”, remarca Camfield.

En el cuadro del becerro (194142) se lee que hay quien considera esa pieza como una crítica al nazismo. Picabia residió en el sur de Francia durante la Segunda Guerra Mundial, con el régimen de Vichy, de dominio alemán. Los cuadros de esos años siguen bajo interpreta­ción. “No estaba en una burbuja –replica Umland– pero no tuvo ningún papel. Sólo fue un artista trabajando, como Matisse”.

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Edtaonisl (ecclésiast­ique) y Udnie (Joven chica americana, la danza), dos cuadros de 1913 que no se habían vuelto a ver juntos desde 1948
JUSTIN LANE / EFE Abstracto y figurativo. Ala derecha, Aello (1930) y, a la izquierda, una espectador­a contempla el dúo formado por Edtaonisl (ecclésiast­ique) y Udnie (Joven chica americana, la danza), dos cuadros de 1913 que no se habían vuelto a ver juntos desde 1948
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2016 ARTIST RIGHTS SOCIETY (ARS)

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