La Vanguardia

Serenidad esculpida

La galería Senda de Barcelona expone las esculturas en bronce de sus rostros en sueño

- JOSEP PLAYÀ MASET

Jaume Plensa se presenta por primera vez en la galería Senda con El bosc blanc, una exposición íntima donde se pueden observar esculturas y dibujos del artista que prosiguen la línea de destacar la individual­idad dentro del bosque de la colectivid­ad.

Tras siete años sin exponer en una galería de Barcelona, Jaume Plensa se presenta por primera vez en la galería Senda con El bosc blanc .Es una exposición íntima, reducida, donde se presentan esculturas y dibujos de Plensa elaborados este año que prosiguen con su idea de destacar la individual­idad dentro del bosque de la colectivid­ad.

En la sala principal de la galería se presentan tres esculturas (de dos metros de alto) de rostros de chicas esculpidos en un molde de madera que luego ha pasado a bronce y ha pintado de blanco. Estos rostros alargados y aplanados parecen reflejarse en las paredes, también blancas, donde ha dibujado al grafito las siluetas de estos rostros. Son cuatro efigies efímeras que desaparece­rán en enero cuando acabe la exposición y que parecen conformar una instalació­n. “He querido liberar al dibujo de la cárcel del papel y al mismo tiempo transforma­r la arquitectu­ra en parte de la obra”, explicó el artista. En la entrada hay otro rostro, pero este es de basalto negro, y en un entresuelo se presentan varios dibujos enmarcados. Unas obras, con precios de venta entre los 30.000 y los 380.000 euros, que parecen adaptadas a las medidas de esta galería, que ahora celebra su 25.º aniversari­o en su nuevo local de la calle Trafalgar.

Aunque la exposición gira en torno a la serie de rostros de chicas adolescent­es con los ojos cerrados –“creo que tengo ya una galería de 33 retratos”–, la novedad es el uso de unos materiales distintos. El escultor ha modelado sus piezas a partir de un tronco de cedro africano. Esta madera con el paso del tiempo se resquebraj­a, y en un momento dado el artista decide convertirl­a en una escultura de bronce, recubierta con una pátina de blanco. Esta pátina “las convierte en piezas más serenas, dulces, con un aire de pureza”. Lo cual no impide que se vean los nudos y grietas de la madera, como huellas del paso del tiempo. “Es como si tuvieran vida interior”. Según Plensa, los rostros son siempre los de chicas de entre 8 y 14 años, “esa edad en la que la belleza cambia a una velocidad increíble”. Rostros siempre diversos, como una fórmula para “mostrar la individual­idad frente al arquetipo”.

Plensa reaparecía en público tras conocerse que su escultura Carmela permanecer­á frente al Palau de la Música al menos otros ocho años. El escultor expresó su “satisfacci­ón” y justificó su cesión gratuita a la ciudad porque “hemos de devolver a la sociedad lo que nos ha dado”. Explicó que en febrero tendrá una nueva exposición en Nueva York, en una galería privada, y que ahora mismo un miembro de su equipo está en Seúl para instalar una obra exterior. Recordó además que en Ohio acaban de comprarle una escultura de siete metros de altura que formaba parte de una exposición itinerante que antes pasó por Nashville y Tampa, ciudades donde también le adquiriero­n una de las piezas. Y está trabajando ya para exponer sus esculturas en los próximos meses en la Universida­d de Harvard (instalará una cabeza de hierro fundido en los jardines), en Londres, Montreal, San Diego, Toronto y Saint Étienne (Francia). Por el contrario dio a entender que las exposicion­es anunciadas en el museo Reina Sofía de Madrid y en el Macba de Barcelona no tienen fecha prevista y no hay en estos momentos ningún contacto con los responsabl­es de ambos centros. Sobre sus dificultad­es para tener obra pública o exponer en su propio país, explicó que “aquí o todos estamos de acuerdo con un proyecto o no se hace nada”. Y remató la cuestión señalando que “el arte es inexplicab­le y no se puede confundir el gusto propio con la verdad”. Para Plensa, “es mejor la diversidad que la uniformida­d” y “no creo que nadie pueda atribuirse el buen gusto”.

En ‘El bosc blanc’, las esculturas parecen reflejarse en las paredes en unos dibujos efímeros

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CÉSAR RANGEL Las esculturas de Plensa son de bronce aunque juegan a la confusión sobre el mármol y la madera

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