La Vanguardia

Popular y heterodoxo

José Manuel García-Margallo, exministro de Asuntos Exteriores

- CARMEN DEL RIEGO Madrid

José Manuel García-Margallo presenta su libro Europa y el porvenir, en el que aboga por la reforma constituci­onal para solucionar el encaje de Catalunya en España.

He entregado la cartera, pero no he entregado ni la cabeza ni mi pasión por España”. José Manuel García-Margallo (Madrid 1944) ha dejado el Gobierno hace una semana, pero no se ha tomado descanso. Se ha lanzado a la promoción de su nuevo libro: Europa y el porvenir (editorial Península. Atalaya), porque piensa seguir haciendo política reflexiona­ndo, escribiend­o o dando conferenci­as. Reflexiona­r sobre el estado de bienestar en Europa, pero también sobre España y, cómo no, sobre Catalunya. En contra de la tesis oficial de su partido, mantiene que “una reforma Constituci­onal resolvería el encaje de Catalunya en España”.

¿Propone una reforma para resolver ese encaje? La reforma que propongo no está pensada principalm­ente para resolver el encaje de Catalunya en España, pero creo que sí lo resolvería, respetando unos principios básicos: la unidad de España, la igualdad de derechos y obligacion­es de los españoles y un entorno de solidarida­d.

Entonces ¿la judicializ­ación del conflicto no es la solución? No, porque el partido no se juega en casa, se juega fuera. Ahí está mi amigo Romeva intentando predicar fuera la buena nueva de la secesión, y yo he intentando predicar la buena nueva de España. Y en segundo lugar, para que la unidad de España se mantenga debe basarse en la cordialida­d, debe ser asumida por el corazón, porque estamos discutiend­o sobre afectos, es una cuestión emocional, por eso además de aplicar la norma hay que hacer una política de aproximaci­ón y eso pasa por tener en cuenta los motivos de desafecció­n: la sentencia del Tribunal Constituci­onal sobre el Estatut, el tema de la lengua y la cultura, y el sistema de financiaci­ón, que es un disparate. Hay que hacer gestos de aproximaci­ón, de simpatía, de cariño, para demostrar que no hay nada más falso que

eso de que España no nos quiere.

¿Usted intentó hacer esto pese a ser ministro de Exteriores? He dejado muchas plumas en el camino. Era consciente de que eso iba a ocurrir, pero se convence con la palabra, no con el silencio.

Parece expresarse con amargura por su salida del Gobierno. Aplico las sagradas escrituras. El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó, bendito sea el nombre del Señor. El presidente consideró que podía formar parte de su primer gobierno y ahora considera que es mejor que no forme parte del segundo. No me dio explicacio­nes para incluirme en el primero, ni se las he pedido para no estar en el segundo. Lo único que tengo es un agradecimi­ento enorme por haber tenido la oportunida­d de representa­r a España fuera.

Su relación con la vicepresid­enta no parece muy amistosa. No se viene a la política a hacer amigos. El llamado G-8 es un grupo de amigos, no es una logia masónica, ni esto es el comité central del PC de la URSS. Es verdad que en algunos temas no he coincidido con la vicepresid­enta, pero es bueno que la sociedad vea que hay distintos puntos de vista. A mí eso me parece extraordin­ariamente saludable.

Usted propone más política, adelantars­e a lo que va a ocurrir, como propone en su libro sobre el Estado de bienestar en Europa. Con los ejemplos del triunfo de Trump y el Brexit hay que tomarse las cosas en serio y decir: el mundo ha cambiado, tenemos que cambiar de políticas, porque si no, se quedarán obsoletas y no serán, en absoluto, compartida­s por la ciudadanía.

¿Cree que el PP está en ese camino, en el de buscar nuevas respuestas? Va a haber un congreso del PP que debe abordar eso, y el PSOE está también en un proceso de reflexión interna que le debe llevar a la refundació­n. Los dos partidos harían bien en utilizar una buena parte de sus energías en redefinir un proyecto político que sea atractivo. El PP, como partido de centro, derecha debe también adecuar su mensaje a esos nuevos tiempos, a un electorado que tiene miedo, tiene déficit de futuro.

Lo que usted propone es fortalecer el modelo europeo de bienestar, pero Europa va por otro lado. Los triunfos de Trump y del Brexit responden a ese miedo y es vital garantizar que el Estado de bienestar en Europa forme parte de nuestras señas de identidad, y para mantenerlo hay que hacer un dibujo completo, no basta con resolver piezas sueltas. Por no dar esa respuesta se ha producido el auge de los movimiento­s populistas de izquierda o derecha, que canalizan la indignació­n y los miedos que produce la globalizac­ión y los sacrificio­s que ha habido que soportar por la crisis financiera.

“La judicializ­ación no es la solución; el partido no se juega en casa, se juega fuera”

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EMILIA GUTIÉRREZ García-Margallo, ayer durante un momento de la entrevista

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