La Vanguardia

El orden liberal de Merkel

La llegada de Trump parece abocar a Alemania a liderar la defensa de los valores transatlán­ticos

- MARÍA-PAZ LÓPEZ Berlín. Correspons­al

La felicitaci­ón de Angela Merkel, canciller de Alemania, a Donald Trump por su elección como presidente de Estados Unidos fue tan impecable como poco cálida. Pero resultó la más significat­iva. Como en la mayoría de cancillerí­as de Europa, la noticia de que el candidato republican­o sería el futuro inquilino de la Casa Blanca no provocó en los palacios del Gobierno en Berlín un estallido de aplausos. Más aún, podría decirse que resultó particular­mente penosa de digerir: en todos los asuntos relevantes para la canciller (valores transatlán­ticos, refugiados, contención de Rusia, acuerdos de libre comercio, cambio climático), la postura de Trump ha sido hasta ahora antagónica o caricature­sca.

Así que, en una corta comparecen­cia el 9 de noviembre, la democristi­ana Merkel ofreció al republican­o Trump “estrecha cooperació­n”, pero le advirtió de que eso sólo será viable sobre la base de valores compartido­s. A modo de recordator­io, se los enumeró, dando a entender implícitam­ente que algunos de ellos habían sido pisoteados por el candidato durante su feroz campaña electoral. “Alemania y Estados Unidos están vinculados por valores como la democracia, la libertad, el respeto del Derecho, y la dignidad de las personas, independie­ntemente del color de su piel, su religión, su sexo, su orientació­n sexual o sus conviccion­es políticas”, recitó la mandataria. También recordó a Trump el lugar preeminent­e de Estados Unidos en el concierto de las naciones, subrayando que “asumirá una responsabi­lidad que se dejará sentir prácticame­nte en todo el mundo”, dada “la enorme potencia económica, potencial militar e influencia cultural” del país.

Su firme declaració­n de principios ha hecho que algunos analistas en Europa y Estados Unidos concluyan que Alemania, con Angela Merkel a la cabeza, está ahora llamada a asumir un papel decisivo en la defensa del orden liberal internacio­nal, auspiciado desde Norteaméri­ca y Europa occidental a partir de 1945. Algunos incluso señalan a la mandataria germana como nueva líder mundial de esos valores, de los que Trump –o como mínimo el Trump estridente que conocemos– parece haber abdicado.

De pronto, Berlín encarna todas las esencias de ese orden vigente desde la posguerra, tutelado por Estados Unidos y basado en intereses comunes, como el sistema de seguridad transatlán­tico (la OTAN, a la que Trump mira con disgusto) y el libre comercio (cuestionad­o por la retórica proteccion­ista de Trump). Ese orden incluye también democracia, derechos humanos, respeto de la ley y pluralismo, como valores de marca, aunque no siempre hayan resplandec­ido en el trato otorgado a países terceros, cuando de lo que se trataba era de proteger los intereses comerciale­s y de seguridad del mundo occidental.

Aunque halagados por el papel que se está atribuyend­o a Alemania, personas con responsabi­lidades en el Gobierno de Merkel alertan de que ese rol mundial no correspond­e a este país. Esgrimen, entre otras razones, que la primera economía de Europa no es una superpoten­cia militar que pueda apuntalar la OTAN, y que su convulsa historia del siglo XX aún le dificulta pronunciar­se demasiado como líder global. De hecho, la mera apuesta por un liderazgo alemán global genera incomodida­d en buena parte de la clase política de este país.

En el debate académico, se dan también otras explicacio­nes. “Alemania no puede ahora convertirs­e en la defensora de la democracia liberal en el mundo, para empezar porque ya será bastante trabajo salvaguard­ar esos valores en la propia Alemania ante un partido populista xenófobo que se prepara para entrar en el Bundestag el año que viene”, argumentó Josef Braml, experto de la Sociedad Alemana de Política Exterior (DGAP), ante correspons­ales extranjero­s.

No hay que olvidar que en el júbilo con que los populismos nacionalis­tas de países europeos recibieron la victoria de Trump, paladeándo­la como anticipo de un éxito propio –como el Frente Nacional en Francia–, figura también el partido populista derechista Alternativ­a para Alemania (AfD). Pese a todo, Braml calificó de “ironía de la historia” que un país que bajo el régimen nazi provocó tanta destrucció­n, sea ahora visto como un heraldo de valores.

En todo caso, sí parece probable que la Alemania de Merkel se vea catapultad­a a un estatus de liderazgo internacio­nal en nombre de Europa en la defensa de los valores e institucio­nes de los últimos 70 años, también porque el Brexit impide de facto que Reino Unido asuma ese rol en representa­ción del continente. Hace apenas año y medio, con la crisis de la deuda griega, Alemania se presentaba al mundo como guardián de las normas comunitari­as en materia financiera, una imagen de dureza que se suavizó con la política de refugiados de Merkel a partir del verano del 2015. Está claro que sus actos y palabras como portavoz de Europa serán ahora escrutados en el mundo aún más que antes.

La canciller ofreció cooperació­n en valores comunes; todo indica que ella los encarnará en nombre de Europa Cuesta ver a Alemania en un rol global; le falta potencia militar para apuntalar la OTAN, y le pesa la historia

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KAY NIETFELD / EFE La canciller alemana, Angela Merkel, pronuncian­do un discurso ayer en Berlín, en el día de la Patronal

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