La Vanguardia

Inmigrante­s troceados

“Ningún muro estadounid­ense frenará el tráfico de órganos”, avisa un sacerdote mexicano, referente mundial de los derechos humanos

- DOMINGO MARCHENA

El sacerdote mexicano Alejandro Solalinde, de 70 años, es un referente mundial de los derechos humanos, en especial en Hispanoamé­rica. Crítico de la jerarquía eclesiásti­ca más alejada de la realidad social, látigo de la corrupción, del narcotráfi­co y de la mafia de las maras, las amenazas de muerte le obligan a llevar escolta y han movilizado a Amnistía Internacio­nal en su defensa. El padre Solalinde (“no soy muy religioso ni rezo mucho el rosario, pero sí soy un hombre de fe”) también es la voz de los sin voz y de quienes se juegan la vida en su camino hacia Estados Unidos.

La llegada de Trump al poder, dice, “no es más que un tropezón en la historia” porque “todo poder es pasajero”. Y aunque el nuevo inquilino de la Casa Blanca haga realidad ese muro que quiere levantar, “los inmigrante­s seguirán llegando a su país, pero a trozos”. Hígados, riñones, ojos, corazones… Miles de desesperad­os de Honduras, Guatemala, El Salvador, Nicaragua y del propio México sufren en su éxodo robos, secuestros, violacione­s y asesinatos a manos de los reyes de la droga y de modernos esclavista­s, como los polleros, que transporta­n a trabajador­es indocument­ados y actúan en connivenci­a con los cárteles y comerciant­es de órganos.

“Honduras –asegura– es uno de los países más destruidos del continente”. Su población, sobre todo, los garífunas, con sangre de los esclavos africanos o de los indios caribes, son víctimas propiciato­rias de “la trata de seres humanos y del comercio de órganos y de niños, en el que hay implicados policías y políticos de narcoestad­os”. Con denuncias así no es de extrañar que sea un personaje incómodo. El riesgo inminente de un atentado le obligó a expatriars­e durante dos meses, pero nada arredra a este hombre valiente, altruista y filántropo, que no puede alejarse mucho de su país. Ha realizado una visita relámpago a Barcelona, invitado por la Casa Amèrica Catalunya.

Hoy regresará a México para seguir al frente de su lucha diaria y de los cuatro albergues que ha fundado para ayudar a los migrantes. Ayer impartió una conferenci­a en la Universita­t Pompeu Fabra con la presentaci­ón del pare Manel (PareManel.com), otro santo de nuestros días. Unas horas antes, cautivó a un grupo de activistas, políticos y periodista­s con un adelanto de su charla. “A veces preferimos no conocer a nuestros ídolos porque, si los conocemos, se cae el mito. No es este caso”, resumió Toni Traveria, director de Casa Amèrica Catalunya. El título de la conferenci­a de su huésped era “Todos somos migrantes”.

Amnistía Internacio­nal loa al padre Solalinde, que ayer demostró en Barcelona por qué molesta tanto a algunos

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