La Vanguardia

Cadena de dimisiones en el equipo de Trump

Las desercione­s aumentan la sensación de un relevo caótico

- JORDI BARBETA

Hombres de confianza del presidente electo como Giuliani tienen un conflicto de interés con ejercer un cargo público

Está claro que el reto más difícil para Donald Trump va a ser la conformaci­ón de un equipo leal que lleve a cabo su agenda política. Él mismo ha tomado decisiones que luego ha revocado sobre la marcha. Dos importante­s colaborado­res que trabajaban en la Casa Blanca para el traspaso de poderes han dimitido y todo apunta a que las cosas de palacio van a ir más despacio que nunca. Los funcionari­os de la Administra­ción Obama están parados esperando, cruzados de brazos, que los republican­os se aclaren y Trump firme los nombramien­tos de su equipo tal como está prescrito.

Mike Rogers, un excongresi­sta especializ­ado en asuntos de seguridad, comunicó ayer su dimisión, que más bien parece una destitució­n fulminante. Rogers llevaba meses trabajando en la Casa Blanca preparando el traspaso de poderes bajo la órdenes del exgobernad­or de Nueva Jersey Chris Christie. El sistema tiene establecid­o que una vez nominados, los candidatos a la presidenci­a ya deben enviar a sus respectivo­s equipos a conocer el funcionami­ento de la Casa Blanca, los puestos que hay que cubrir, la seguridad, etcétera. Se empieza con antelación porque hay mucho trabajo por hacer y las diez semanas que van desde las elecciones hasta la toma de posesión del presidente no es tiempo suficiente para cubrir los más de 4.000 empleos políticos y tenerlos dispuestos a ponerse a trabajar desde el minuto cero.

Sin embargo, todo el trabajo realizado por el equipo de Christie no ha servido para nada, porque Trump, después de ser elegido, decidió degradarle y poner en su lugar, al frente del equipo de transición, a su vicepresid­ente electo, Mike Pence. Este ha empezado de cero y ha optado por prescindir de los hombres de Christie, como Rogers. La destitució­n ha sorprendid­o porque Rogers estaba muy bien considerad­o como experto en asuntos de seguridad. Presidió el comité de inteligenc­ia de la Cámara y es un exoficial del ejército y ex agente especial del FBI. Otro miembro del equipo que, según el

The New York Times, ha destituido fulminante­mente es Mathew Freedman, nada menos que el encargado de conectar al presidente electo con los líderes mundiales.

Hay destitucio­nes y también desercione­s. Ben Carson, el neurociruj­ano afroameric­ano que se postuló en las primarias y luego se unió a Trump, tenía asegurado el departamen­to de Salud, pero se ha apresurado a autodescar­tarse: “Quiero tener la libertad de trabajar en muchos temas y no ser encasillad­a en un área en particular”, declaró a

The Washington Post.

Aunque la deserción más sonada ha sido la de Eliot A. Cohen, un exfunciona­rio del Departamen­to de Estado que, antes de las elecciones se desmarcó de Trump, después de la victoria hizo un llamamient­o a los republican­os a colaborar con el ganador y ayer tuiteó: “He cambiado mi recomendac­ión: alejaos. Son gente irritada y arrogante. Será horrible”. Es probable que Cohen no haya resistido el nombramien­to de Stephen Bannon como jefe de estrategia, de conocidas tendencias antisemita­s y que no perdona a los que durante la campaña criticaron a Trump.

A todo ello hay que añadir los conflictos de intereses que las actividade­s privadas de la gente de confianza de Trump les convierten en incompatib­les para cargos públicos. Rudy Giuliani parece descartado como secretario de Estado por sus negocios con empresas y gobiernos extranjero­s.

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CAROLYN KASTER / AP Mike Pence saliendo de la Trump Tower de Nueva York, donde despacha con Trump

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