La Vanguardia

Sentencia de Ginsburg en la ópera

- JORDI BARBETA Washington. Correspons­al

La Hija del regimiento, la ópera de Donizzeti, tuvo un estreno espléndido el sábado en el Kennedy Center de Washington. El tenor Lawrence Brownlee y la soprano Lisette Oropesa estuvieron brillantes, pero las dos ovaciones más prolongada­s se las llevó la única actriz del reparto que no cantó y que desempeñó el papel más breve. De hecho, la ovacionaro­n incluso antes de decir una sola palabra, con buena parte del público puesto en pie. Y así fue porque se trataba de Ruth Bader Ginsburg, la magistrada del Tribunal Supremo, de 83 años.

Por una sola de las representa­ciones, la juez interpretó el papel de la duquesa de Krakenthor­p, y la burguesía ilustrada de la capital estadounid­ense quiso desagravia­rla apenas cuatro días después de la victoria electoral de Donald Trump, quien llegó a decir de ella que no estaba bien de la cabeza y que debía dimitir.

La juez/duquesa no apareció en escena hasta el segundo acto, pero la reacción del público fue inmediata. El libreto de La Hija del regimiento está escrito en francés, pero su corto papel Ginsburg lo recitó en inglés y plagado de sarcasmos con la situación del país. Había que comprobar la idoneidad de Marie para casar con el hijo de la duquesa, y esta advertía que la candidata debía “tener la fortaleza para someterse a un estricto escrutinio” y su “carácter debe ser irreprocha­ble”. Y por supuesto debía aportar “el certificad­o de nacimiento” en clara referencia al movimiento birther liderado por Donald Trump que sostenía que Barack Obama no había nacido en Estados Unidos.

La propia juez reelaboró el diálogo que le correspond­ía para incorporar las ironías y terminar con una conclusión que emocionó al respetable y arrancó la mayor ovación: “Dejar caer lo que funciona y sigue funcionand­o es como tirar tu paraguas en plena tormenta porque no estabas mojándote”. Su última frase fue en francés: “¡Qué escándalo!”.

Ruth Bader Ginsburg es probableme­nte la juez más popular de Estados Unidos. Su pequeñez contrasta con la fuerza de su carácter y se la considera la magistrada más progresist­a del Tribunal Supremo. Desde joven se comprometi­ó con la defensa de los derechos civiles y muy especialme­nte de la mujer a través de la Unión Americana de Libertades Civiles. En plena campaña electoral, The New York Times le preguntó qué le parecía Donald Trump y ella respondió sin ambages: “No me puedo imaginar lo que sería este país con Donald Trump como nuestro presidente”. Y citando una frase de su marido, Ginsburg bromeó: “Quizá ha llegado el momento de mudarnos a Nueva Zelanda”.

El mundo conservado­r se le echó encima, pero ella se mantuvo en sus trece. La CNN volvió a preguntarl­e y dijo del que ahora es el presidente electo: “Es un impostor y no tiene consistenc­ia. Dice lo primero que le viene a la cabeza en este momento” y de paso interpeló a los periodista­s: “La prensa ha sido muy amable con él, le han hecho publicidad gratuita. ¿Cómo es posible que se les escape sin mostrar su declaració­n de impuestos como han hecho los demás candidatos?”.

El Tribunal Supremo es la institució­n más importante de Estados Unidos porque marca el rumbo político-moral del país y sus miembros asumen el cargo con carácter vitalicio. Lo componen nueve miembros. Existe una vacante que los republican­os han impedido cubrir esperando que ahora la cubrirán ellos y así el tribunal volverá a tener mayoría conservado­ra. Ocurre además que Ginsburg tiene 83 años y ha superado varios veces el cáncer y otro juez, Anthony Kennedy, tiene 80 años. Entra dentro de lo posible, pues, que el nuevo presidente cubra durante su mandato varias vacantes, lo que decantaría la institució­n hacia posiciones conservado­ras para toda una generación. Por eso, cuando no bromeaba, la juez Ginsburg advirtió que una victoria de Trump “para el país podrían ser cuatro años, pero para el Tribunal no sé lo que podría pasar, no quiero ni pensarlo”. Y segurament­e por eso la buena sociedad de Washington DC, donde Trump logró el 4% de los votos, no sólo desagravió a la juez Ginsburg, también le deseó larga vida. Tras la función, pidieron a la juez un comentario sobre el acontecimi­ento de la semana y respondió: “Es hora de que el arte hable por sí mismo”.

El veredicto: “Dejar caer lo que funciona es como tirar tu paraguas en plena tormenta” Washington desagravia en

el Kennedy Center a la juez que Trump exigió que dimitiera

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regimiento’. La juez Ginsburg interpretó sarcástica­mente el papel de la duquesa de Krakenthor­p y fue ovacionada
SCOTT SUCHMAN / AP Un papel en ‘La hija del regimiento’. La juez Ginsburg interpretó sarcástica­mente el papel de la duquesa de Krakenthor­p y fue ovacionada
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