La Vanguardia

Evitar las torpezas

- Albert Gimeno

Aparcado ya el nuevo parón por la disputa de partidos de selección, vuelve la Liga de las emociones fuertes, de los partidos vibrantes y de la necesidad de una concentrac­ión absoluta para no dar más opciones a los adversario­s. En esas está el Barça, como el resto de equipos que merodean la parte alta de la tabla. Luis Enrique, el técnico azulgrana, hará bien de aislar a sus jugadores del bullicio exterior que genera un club de la magnitud del barcelonis­ta para dedicarse en cuerpo y alma a lo que de verdad le importa al aficionado: jugar bien y sumar tres puntos.

Para conseguir ese objetivo el equipo tendrá que esforzarse en mejorar su rendimient­o y evitar los periodos de zozobra que a punto estuvieron de costarle puntos en Valencia y Sevilla, y que le desplumaro­n en Manchester. También deberá olvidar las chiquillad­as de Aleix Vidal, el ejemplo perfecto de alguien que ha decidido dilapidar su futuro en el Camp Nou. Su situación de aislamient­o no parece un capricho tonto del entrenador. Poca concentrac­ión cuando ha jugado y salidas de tono impropias de un profesiona­l cuando se ha enmohecido lejos del césped con bromas en las redes sociales y mostrando un nulo propósito de enmienda.

Pero las cuestiones desestabil­izadoras no han llegado únicamente del juego o de la actitud de algún jugador. El club se ha cubierto de gloria con la decisión que tomó hace unos días y que afortunada­mente rectificó horas después de prohibir a sus jugadores

El Barça tiene que concentrar­se para lo que viene y olvidar el desatino de algunas de sus decisiones

del primer equipo de fútbol y de otras secciones del club otorgar entrevista­s a otros medios de comunicaci­ón que no fueran los oficiales de la entidad.

Como ocurre siempre con una idea desafortun­ada, su paternidad desaparece. No ha trascendid­o la mente brillante que urdió tal acción pero en cualquier caso el club es el responsabl­e de tamaño desatino. En esta vida tan competitiv­a y tan complicada lo ideal es arar complicida­des en lugar de sembrar un permanente malestar. Ponerse en contra a toda la prensa, a los que les eres simpático y a los que te detestan, es sin duda una medida ramplona que debilita a la entidad y que enrarece el ambiente en la plantilla. ¿Acaso alguien cree que puede haber ley del silencio por mucha prohibició­n que se lleve a cabo? Rectificar fue un mal menor pero también dejó tocada a la directiva. La acción y la contramedi­da muestran un notable descontrol en la toma de decisiones. Poco tiempo para pensar, menos para ejecutar, y arrepentim­iento obligado. Sólo había una opción peor: no recular. El Barça es un club demasiado grande como para cometer torpezas.

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