Evitar las torpezas
Aparcado ya el nuevo parón por la disputa de partidos de selección, vuelve la Liga de las emociones fuertes, de los partidos vibrantes y de la necesidad de una concentración absoluta para no dar más opciones a los adversarios. En esas está el Barça, como el resto de equipos que merodean la parte alta de la tabla. Luis Enrique, el técnico azulgrana, hará bien de aislar a sus jugadores del bullicio exterior que genera un club de la magnitud del barcelonista para dedicarse en cuerpo y alma a lo que de verdad le importa al aficionado: jugar bien y sumar tres puntos.
Para conseguir ese objetivo el equipo tendrá que esforzarse en mejorar su rendimiento y evitar los periodos de zozobra que a punto estuvieron de costarle puntos en Valencia y Sevilla, y que le desplumaron en Manchester. También deberá olvidar las chiquilladas de Aleix Vidal, el ejemplo perfecto de alguien que ha decidido dilapidar su futuro en el Camp Nou. Su situación de aislamiento no parece un capricho tonto del entrenador. Poca concentración cuando ha jugado y salidas de tono impropias de un profesional cuando se ha enmohecido lejos del césped con bromas en las redes sociales y mostrando un nulo propósito de enmienda.
Pero las cuestiones desestabilizadoras no han llegado únicamente del juego o de la actitud de algún jugador. El club se ha cubierto de gloria con la decisión que tomó hace unos días y que afortunadamente rectificó horas después de prohibir a sus jugadores
El Barça tiene que concentrarse para lo que viene y olvidar el desatino de algunas de sus decisiones
del primer equipo de fútbol y de otras secciones del club otorgar entrevistas a otros medios de comunicación que no fueran los oficiales de la entidad.
Como ocurre siempre con una idea desafortunada, su paternidad desaparece. No ha trascendido la mente brillante que urdió tal acción pero en cualquier caso el club es el responsable de tamaño desatino. En esta vida tan competitiva y tan complicada lo ideal es arar complicidades en lugar de sembrar un permanente malestar. Ponerse en contra a toda la prensa, a los que les eres simpático y a los que te detestan, es sin duda una medida ramplona que debilita a la entidad y que enrarece el ambiente en la plantilla. ¿Acaso alguien cree que puede haber ley del silencio por mucha prohibición que se lleve a cabo? Rectificar fue un mal menor pero también dejó tocada a la directiva. La acción y la contramedida muestran un notable descontrol en la toma de decisiones. Poco tiempo para pensar, menos para ejecutar, y arrepentimiento obligado. Sólo había una opción peor: no recular. El Barça es un club demasiado grande como para cometer torpezas.