La Vanguardia

Vivirás tormentas, verás tiburones

- SERGIO HEREDIA Barcelona

Este reto alumbra temores atávicos. En algún momento de su largo viaje, Ben Hooper (38) se estará viendo perdido en el Atlántico. Braceando en la tormenta. Nadando entre sombras que se acercan y se alejan, atraídas por la curiosidad. Cansado y hambriento.

Sabrá manejarse. O eso se supone.

Lleva tres años preparando el reto: cruzar el charco. Como Colón. O como usted, que vuela cómodament­e sentado, viendo una película de Clint Eastwood mientras se baja un zumo de naranja.

Quién sabe: si usted se asoma a la ventanilla del avión, en las próximas semanas, tal vez podrá distinguir a Ben Hooper allí abajo. Nadando. De Dakar a Natal. 1.635 millas náuticas, que son 3.028 kilómetros.

Las redes están calientes. Dicen que Hooper es un imprudente. O un friki.

Él dice que se iluminó en los últimos años, azuzado por una depresión. En Gloucester­shire (Inglaterra) fue militar, y también policía. Luego se retiró, y entonces se vino abajo. Salió a flote a través de la introspecc­ión. Recordó su infancia. Había estado a punto de morir a los cinco años, al caer en una piscina en Bélgica. No sabía nadar. Había sido un niño endeble. Estuvo a punto de morir otras tres veces, víctima de terribles enfermedad­es. Aquel viaje interior le había llevado al subconscie­nte. Algunos pilotos de avión descubrier­on su vocación como reacción al pánico a volar. Hooper recordó que su anhelo de niño había sido cruzar el Atlántico a nado.

Partió el domingo, desde la costa de Senegal. Al cierre de esta edición sumaba más de 55 kilómetros. Lo vemos a través de su web: swimthebig­blue.com. El GPS va en una de las dos embarcacio­nes que le acompañan. Los supervisor­es del récord Guinness viajan en un barco. Los asistentes de Hooper, en el segundo. Todos se la juegan. Algunos dicen que esos barcos son endebles, que podrían romperse bajo la peor de las tormentas. Sir Ranulph Fiennes, el explorador vivo más importante del mundo, insiste en que el reto de Hooper “es la encarnació­n moderna de la conquista del Everest por sir Edmund Hillary (1953)”. Fiennes cruzó la Antártida a pie. Hooper contempori­za: “Temo fallar. Pero confío en la expedición. Creo que nací para esto. Siento muchas cosas. Lentamente, la emoción se va apoderando de mí, recordándo­me la enormidad del proyecto en el que me he embarcado. Llevo tres años preparándo­lo”, contaba

TEMOR ATÁVICO ¿Nunca se ha imaginado usted perdido en el océano Atlántico, rodeado de sombras? Ben Hooper, nadador inglés de 38 años, entró en el mar el domingo: partió de Dakar rumbo a Natal, donde espera llegar en abril ‘TRACKING’ AL MINUTO Al cierre de esta edición, Hooper apenas había acumulado más de 55 kilómetros; el viaje será largo

en Dakar, el domingo, aún en seco.

Muchas nadadores todavía le recuerdan en la piscina de Cheltenham, largo tras largo. Ha nadado veinte kilómetros diarios. Allí, en su carril, y también en las aguas de Florida y en el Mediterrán­eo, aprendiend­o a manejarse en las aguas abiertas. En total, ha sumado más de 12.000 kilómetros de entrenamie­nto.

Así ha desarrolla­do la estrategia. Pasará doce de las catorce horas diurnas en el mar. Avanzará en dos sesiones de seis horas, con dos horas de descanso. Lo hará mientras escucha a Eminen. Lo lleva en el mp3 resistente al agua. Ha hecho probaturas: ha averiguado que su rendimient­o se eleva en un 10% cuando suena el rapero.

El resto del tiempo lo pasará en el barco, durmiendo y comiendo. Necesita 10.000 calorías diarias. La gente del Guinness le observará con lupa. Si el barco se mueve, con él a bordo, no habrá récord.

“Antes de embarcarme en todo esto, llamé al Guinness. Me dijeron que ningún hombre había cruzado el Atlántico a nado. Ahí me inspiré”, dice Hooper.

Lleva consigo a nueve ayudantes. Alguno de ellos deberá supervisar la textura del bañador de neopreno. Arena ha desarrolla­do un modelo inspirado en Hooper. Lo llama SAMS (Shark Attack Mitigation System: sistema de protección ante el ataque de un escualo).

Me pregunto si es eficaz ante un tiburón blanco de cinco metros.

“El que realmente me preocupa es el tiburón de punta blanca”, dice Hooper. Eso mismo decía Jacques Cousteau: se trata de la especie más peligrosa. Y abunda en las aguas próximas a la costa de Brasil.

“Voy a intentar no preocuparm­e por la fauna marina. En otras ocasiones ya he visto tiburones y medusas. Y por ahora ninguno me ha comido”.

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tierra. Hooper, preparándo­se para penetrar en el Atlántico, el domingo pasado; por delante tiene 3.028 kilómetros
SEYLLOU / AFP Últimos momentos pie a tierra. Hooper, preparándo­se para penetrar en el Atlántico, el domingo pasado; por delante tiene 3.028 kilómetros

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