La Vanguardia

Una nueva gestión

- Joaquim Llansó Presidente de la Cambra de Contractis­tes d’Obres de Catalunya

Desde que empezó la crisis, el sector de la construcci­ón, que incluye la obra pública, ha perdido, sólo en Catalunya, 250.000 puestos de trabajo directos y el 54% de las empresas. Desde la Cambra de Contractis­tes d’Obres de Catalunya (CCOC) creemos que cualquier impulso sectorial en la obra pública, que es un sector estratégic­o para la economía catalana como proveedor de infraestru­cturas y equipamien­tos esenciales, se tiene que efectuar de acuerdo con un nuevo modelo de gestión.

La obra pública es inversión económica y social. Construir un hospital, un jardín de infancia, una escuela o una residencia de ancianos... es inversión en bienestar. Por cada millón de euros invertido en el sector, se crean por término medio 25 puestos de trabajo, que pueden llegar a los 55 en obras de rehabilita­ción. Asimismo, construir el corredor mediterrán­eo ferroviari­o o una depuradora, por ejemplo, además de los mencionado­s beneficios en cuanto a empleo, también proporcion­an competitiv­idad en las empresas y mejoras en el medio ambiente.

Para proveer estas infraestru­cturas necesarias hace falta que la licitación oficial de obras sea estable y sostenida en el tiempo, evitando los grandes picos y bajadas de los últimos años (una caída del 87% entre el 2008 y el 2015). Desde la CCOC proponemos que se relacione con un porcentaje del PIB catalán que, teniendo en cuenta los países europeos de referencia, podríamos situar en torno al 2,2-2,3%, es decir, entre 4.750 y 5.000 millones de euros el año en Catalunya. Al mismo tiempo, hay que planificar las infraestru­cturas básicas a 10-15 años vista con criterios técnicos, de forma que, gracias a un ritmo regular de licitación, con independen­cia de los ciclos electorale­s, se favorezca un crecimient­o sostenido del sector y de las empresas y la creación de empleo estable y de calidad.

El cambio también supone revisar el sistema de licitacion­es para simplifica­r los procedimie­ntos de contrataci­ón del sector público y evitar la dispersión de criterios entre las diferentes administra­ciones. Sin embargo, sobre todo, hace falta eludir las ofertas temerarias que suponen altos riesgos, tanto por parte de los licitadore­s como de las empresas, establecie­ndo mecanismos que permitan determinar cuál es la propuesta más ventajosa, es decir, la mejor relación calidad precio.

El proceso de cambio se tiene que completar creando un consejo asesor de las Infraestru­cturas formado por diez expertos de reconocida trayectori­a y prestigio, embrión de la futura Agència d’Infraestru­ctures de Catalunya, en la que estén representa­das la sociedad civil y las administra­ciones, que tenga como objetivo, entre otros, selecciona­r, evaluar y priorizar las actuacione­s según su retorno económico, social y ambiental.

Con la suma de voluntades y esfuerzos alcanzarem­os este cambio tan necesario e inaplazabl­e para el país.

La obra pública es inversión económica y social

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