La Vanguardia

Fervor por el melodrama

- Quim Monzó

Fue Jorge Fernández Díaz, ministro del Interior del Gobierno de España durante años, quien en diciembre del 2013 dijo que el entonces presidente catalán, Artur Mas, trabajaba para que Catalunya se convirtier­a en “un pueblo dividido, fracturado socialment­e y familiarme­nte”. Lo hizo en respuesta a la carta que Mas envió a los líderes de la Unión Europea, en la que defendía el derecho a decidir de Catalunya y les explicaba el enunciado del referéndum. Ya puestos, envió un memorándum a casi medio centenar de ministros de Exteriores en el que detallaba los argumentos que avalan la consulta. Para que se viera que eso del pueblo dividido era cierto, Fernández Díaz remachó: “Lo digo desde el conocimien­to de quien vive en Barcelona”. Y entonces explicó que aquellos días de Navidad muchas familias no se habían podido reunir por culpa del independen­tismo. Adiós, sopa de galets grandes. Adiós, carn d’olla. Adiós, pollo de pata azul con ciruelas, higos, orejones de albaricoqu­e y pasas. Adiós, canelones (con bechamel o con salsa de tomate) el día de San Esteban. Adiós, turrones y mazapán.

Como la historieta tuvo éxito, otros de su cuerda se apresuraro­n a repetirla por tierra, mar, aire y redes sociales. Como es lógico, mucha gente que no sabe cómo van aquí las cosas se lo tragó. Por eso me complace leer ahora en The

New York Times un artículo donde se aplica esa misma teoría a la cena de Acción de Gracias, que se celebrará el próximo jueves, día 24. El artículo se titula “Political divide splits relationsh­ips – and Thanksgivi­ng, too” (La división política rompe relaciones – y también Acción de Gracias). El fragmento con más teórica: “Las elecciones se han acabado, pero sus repercusio­nes en las vidas de la gente quizá empiezan ahora, cuando las familias de un lado a otro de Estados Unidos prevén fiestas poco confortabl­es –o deciden evitarlas– y las relaciones entre amigos, parientes y cónyuges se ponen a prueba con la división política. Los demócratas mantienen su postura y en algunos casos se niegan a sentarse a la mesa con parientes que votaron al presidente electo Donald Trump, un hombre que dicen que defiende cosas que detestan. Muchos de los que votaron por Trump afirman que los culpables del desacuerdo son los liberales, que les adjudican la odiosa etiqueta de ‘racistas’ sólo porque votaron por otro”. El artículo se completa con algunos ejemplos de votantes de Clinton que este día de Acción de Gracias no irán a casa de sus familiares porque votaron a Trump, y algunos otros que no prevén ningún problema.

Una pregunta desde la ignorancia: este recurso melodramát­ico ¿es habitual siempre que en un país hay una disputa política? ¿O alguien ha explicado a los opinadores americanos el sonsonete del PP de la fractura familiar en las comidas de Navidad? Si es esto último, Jorge Fernández Díaz tendría que cobrar unos dinerines por derechos de autor.

Adiós, sopa de ‘galets’; adiós, ‘carn d’olla’; adiós, pollo con ciruelas, higos, orejones y pasas; adiós, canelones

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