Van Gogh, o no
La editorial Seuil edita ‘Le brouillard d’Arles’, un facsímil de un cuaderno con dibujos atribuidos al pintor holandés
La pregunta del millón: ¿la tinta negra puede transformarse en marrón en las páginas de un libro cerrado? La respuesta podría valer en realidad 350 millones de euros: es el precio estimado de los 65 bocetos inéditos de Van Gogh que la editorial francesa Seuil, junto con otras siete editoriales de medio mundo, publica hoy bajo el título Le brouillard d’Arles. Adecuado: la niebla no es sólo de Arles sino del que podría ser llamado el extraño caso de los dibujos perdidos durante 120 años.
Brouillard es también el nombre común del libro de contabilidad que el matrimonio Ginoux, propietario del Café de la Gare de Arles, obsequió al pintor que en aquel 1888 carecía de todo. Los Ginoux también le prestaron la famosa casa amarilla, la misma que aparece en la página 19 del brouillard y que el Museo Van Gogh de Amsterdam tiene en dos versiones: un óleo y una acuarela.
Pero, precisamente, Theo Meedendorp, del museo holandés, asegura que los 65 dibujos son imitaciones, “con garrafales errores topográficos”. Califica los bocetos de “monótonos”. De hecho fue el propio Meedendorp quien se extrañó por la decoloración de la tinta, “curioso fenómeno si, como dicen, el libro permaneció cerrado más de un siglo”.
Los editores montaron la operación con un secretismo inhabitual: levantaron el velo un par de días antes de la publicación. Y se cubrieron las espaldas con el testimonio de un par de expertos. Ronald Pickvance, que en el prólogo califica el descubrimiento de los dibujos como “el más revolucionario en la historia del pintor”, es especialista en la obra provenzal de Van Gogh. Y fue curador de la más importante exposición sobre ese periodo, en 1984, en el MoMA de Nueva York.
Pickvance bendijo también el peritaje de la canadiense Bogomila Welsh-Ovcharov, comisaria en 1988 de Van Gogh en París, la exposición que inauguró el Museo de Orsay, en el que por otra parte integra el comité científico de una muestra sobre “Paisajes místicos de Van Gogh a Emily Carr” que abrirá el 14 de marzo próximo y de la que también firma el catálogo.
El 23 de octubre de 1888 Gauguin llegó a Arles, donde compartió taller y techo con Van Gogh en la casa amarilla. El final de su corta visita, en diciembre, forma parte de la historia del arte y, cómo no, de la filmografía de Hollywood: tras una violenta discusión, Van Gogh se corta la oreja y es ingresado.
El retrato de Gauguin aparece en el brouillard sin posibilidad de compararlo: no existe otro, contemporáneo. Los expertos pro señalan el parecido con el Autorretrato en bretón de la National Gallery de Washington; los anti lo refutan.
Por su parte, ni la conservadora especializada de Orsay, Isabelle Cahn, ni sus pares del Kröller Müller de Otterlo en Holanda, que posee 88 óleos y 122 dibujos de Van Gogh, han opinado sobre el tema porque –alegan– no han visto los originales.
Si bien desde que en 1970 fue completado el catálogo razonado de la obra han aparecido hasta 100 pinturas y dibujos, añadidos posteriormente a la lista oficial, ninguno de esos hallazgos tendría la importancia de los 65 dibujos ignorados y en un mismo cuaderno.
De ahí el cálculo de otros expertos que adjudican al conjunto, siempre que su autoría resultara indiscutible, y según los movimientos del mercado, un valor próximo a los 350 millones de euros.
Pero Franck Baille, experto en arte y cofundador de la casa de subastas de Monte-Carlo, asociado con Seuil en la aventura, dice que la propietaria, “una señora de edad que quiere conservar su anonimato”, no tiene “ninguna intención de vender”.
La propietaria, “que quiere conservar el anonimato”, no tiene “ninguna intención de vender”