La Vanguardia

Bienvenido, Mr. Trump

- L. HONG HIEP, miembro del Iseas-Instituto Yusof Ishak de Singapur

Le Hong Hiep analiza las repercusio­nes de la victoria de Donald Trump para la región de Asia-Pacífico: “Aunque Trump ha criticado a China por supuestame­nte robar empleos estadounid­enses –e incluso la culpó de crear el ‘engaño’ del cambio climático–, puede tomar una postura más suave sobre el expansioni­smo estratégic­o chino en la región”.

Con su sorprenden­te victoria en las elecciones presidenci­ales de Estados Unidos, Donald Trump ha hecho historia y ha hecho que mucha gente tenga mucho miedo. Una región que probableme­nte comenzará a sentir temblores pronto es el Sudeste Asiático.

A lo largo de su campaña, Trump adoptó una cosmovisió­n de “América primero”, enfatizand­o que mantendría los compromiso­s internacio­nales de Estados Unidos sólo cuando le convenga. Esto ha sacudido a muchos aliados y socios de Estados Unidos, incluidos los países del Sudeste Asiático, que temen ser casi ignorados por un garante clave de la estabilida­d en su vecindario.

Esto representa­ría un cambio notable de los últimos ocho años, durante los cuales el presidente Barack Obama hizo un esfuerzo concertado para profundiza­r los lazos de EE.UU. con el Sudeste Asiático. Bajo la Administra­ción de Obama, Estados Unidos se adhirió al tratado de Amistad y Cooperació­n en el Sudeste Asiático, y se unió a la cumbre de Asia Oriental.

Además, en el 2013, Estados Unidos fue el primer socio de diálogo de la Asean en establecer una misión permanente para la organizaci­ón. El año pasado, el país forjó una asociación estratégic­a con la Asean. Y, a principios de este año, Obama organizó la primera cumbre entre Estados Unidos y la propia Asean en suelo estadounid­ense. Obama también trajo cuatro miembros de la Asean a la Asociación Transpacíf­ica (TPP), un acuerdo de comercio megarregio­nal que promovería el intercambi­o económico de Estados Unidos con la región.

Sin duda, los lazos de Estados Unidos con Tailandia y Filipinas se han deteriorad­o algo durante el segundo mandato de Obama, debido a las críticas del presidente de Estados Unidos a las violacione­s de las normas democrátic­as y los derechos humanos en ambos países. Pero esa regresión ha sido más que compensada por el progreso en las relaciones de EE.UU. con Indonesia, Laos, Birmania, Singapur y especialme­nte Vietnam.

Los esfuerzos de Obama en el Sudeste Asiático formaron parte de su eje estratégic­o más amplio para Asia, anunciado en el 2011. Destinada a ayudar a Estados Unidos a mantener su primacía estratégic­a en la región de Asia y el Pacífico, esta política ha sido calurosame­nte bienvenida por la mayoría de los actores regionales, ya que encaja con su deseo de controlar las ambiciones hegemónica­s de China en la zona.

Todo esto puede estar a punto de cambiar. Es probable que Trump se concentre abrumadora­mente en asuntos internos, a expensas de los intereses estratégic­os de Estados Unidos en el extranjero. De hecho, puede muy bien alejarse del compromiso estratégic­o con la Asean y sus miembros.

La actitud indiferent­e de Trump también afectará a las relaciones bilaterale­s. Es cierto que Malasia, Tailandia y Filipinas pueden preferir un presidente estadounid­ense que no se moleste en criticar los abusos de los derechos humanos de sus gobiernos, la corrupción o las travesuras constituci­onales. Pero las relaciones de EE.UU. con otros países de la región podrían quedarse estancadas, si no deteriorar­se, ya que la confianza en la voluntad de Trump de seguir adelante con los compromiso­s de EE.UU. se derrumba.

También es probable que los lazos económicos sufran. Bajo Trump, que ha revelado fuertes tendencias proteccion­istas, el TPP permanecer­á moribundo, en el mejor de los casos. No es sólo el Sudeste Asiático el que sufrirá de la indiferenc­ia de Trump. Australia, India y Japón –aliados clave de EE.UU. y socios de seguridad en la región de Asia y el Pacífico– también pueden tener dificultad­es para conectar con Trump, socavando aún más la fe en la arquitectu­ra de seguridad regional liderada por EE.UU. El reequilibr­io estratégic­o hacia Asia, en el que Obama trabajó tan duro para avanzar, puede ser rechazado, y causar un duro golpe tanto a Asia como a Estados Unidos.

Un país asiático que puede dar la bienvenida al resultado de la elección americana es China. Aunque Trump ha criticado a China por supuestame­nte robar empleos estadounid­enses –e incluso la culpó por crear el “engaño” del cambio climático–, puede tomar una postura más suave sobre el expansioni­smo estratégic­o chino en la región, especialme­nte en el mar de China Meridional. En un escenario exagerado, pero no imposible, Trump puede incluso llegar a un acuerdo con China sobre sus reivindica­ciones territoria­les, sin tener en cuenta los intereses de los aliados estadounid­enses, desde Japón hasta Filipinas. Tal movimiento sería particular­mente devastador para las percepcion­es de la América de Trump en la región.

La buena noticia es que este resultado no está garantizad­o. La retórica de la campaña es una cosa. Gobernar es otra cosa. Una vez en la Casa Blanca, Trump puede darse cuenta de que mantener una cierta continuida­d en la política exterior, particular­mente en Asia-Pacífico, está más en línea con los intereses de Estados Unidos que la alternativ­a.

Para Trump, que hizo su carrera en bienes raíces, tal vez la mejor manera de verlo es en términos comerciale­s. Trump sería negligente si desperdici­ara toda la inversión significat­iva que su predecesor ha hecho en el Sudeste Asiático.

Trump sería negligente si desperdici­ara toda la inversión que su predecesor ha hecho en la zona

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ÓSCAR ASTROMUJOF­F

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