La Vanguardia

Piel con piel

- Clara Sanchis Mira

Un grupo de vecinos cocina en sus casas para ofrecer cenas a otros vecinos que no tienen nada

Me las doy de periodista callejera avezada, y pretendo anotar, cuaderno en mano, el río de palabras que sale por la boca del apasionado activista. Sin mirar el papel, boli a lo loco, para no perder ni los ojos del hombre ni los movimiento­s de la rara escena que sucede a mi alrededor. Me permito rechazar la idea de un tierno colaborado­r que, quizás alarmado por mis garabatos, se ofrece a grabar con el móvil. No, digo rotunda, con cara de taquígrafa internacio­nal adentrada en las entrañas de esta plaza de Tirso de Molina. El resultado es un revoltijo de rayas y bolitas que me increpan como hormigas salvajes, una página tras otra. Algunas palabras sueltas forman frases como de Poeta en Nueva York de pacotilla, en el 2016. “Bolsas de basura él tiene frío yo tengo un abrigo en casa que la plaza quede limpia”; “grupo de watsap arroz a la cubana para diecisiete heces del sistema”; “era un reto romper barrera que nos miren a los ojos caldo o café son como yo”; “anciana diminuta dice he llegado tarde me he quedado sin número no queda uno para mí gracias qué frío esta chaqueta es regalada pantalones calcetines también”; “españoles hispanoame­ricanos menestra de verduras marroquíes algún polaco chinos vergüenza hay que estar aquí para ver para placer de cuidar”; “salió reportaje en televisión finlandesa pero aquí no por mal efecto turismo lentejas”. Y así.

Queda también el impacto en la memoria. Lo que pasa en esa plaza, cada noche desde hace tres años, es a la vez reconforta­nte y vergonzoso. Un grupo de vecinos, perfectame­nte organizado­s, cocina en sus casas para ofrecer cenas, calientes y variadas, a otros vecinos que no tienen nada. Bene, el activista, insiste en que la comida que ofrecen a sus invitados desharrapa­dos es variada, para que elijan si prefieren verduras o lentejas o pasta. Una delicadeza perturbado­ra en la que subyace la diferencia entre que te den pienso para conejos o platos que te permitan notar que eres una persona que escoge cosas. También insiste en lo importante que ha sido lograr que sus comensales ya les miren a los ojos, y no sientan vergüenza. Lo vergonzoso es que esto sea un arreglo entre vecinos, mientras el sistema, que tiene mecanismos para alimentar y rehabilita­r, tira al débil por el sumidero. No es una cuestión de caridad sino de solidarida­d; yo tengo más y comparto contigo. Y de espíritu reivindica­tivo. También es una cuestión de bienestar personal. Hasta de placer. Bene procede de la Plataforma de Desahucios. “Cocinar para estas personas me da placer”, dice. Y cuando describe las escenas dolorosas que ha vivido con las familias que pierden sus casas, no sé si por el frío o el recuerdo, me da la impresión de que se le humedecen los ojos. Hay que ver las cosas para notar que son insoportab­les, dice, estar aquí, piel con piel.

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