La Vanguardia

El príncipe díscolo

TURKI BIN ABDULAZIZ AL SAUD (1932-2016) Hermano del rey de Arabia Saudí

- TOMÁS ALCOVERRO

Hermano del rey Salman de Arabia Saudí, el príncipe Turki bin Abdulaziz al Saud falleció el pasado 11 de noviembre y fue enterrado en Riad, decretándo­se tres días de luto oficial durante los que el monarca recibió pésames de sus súbditos notableos y del pueblo. Nacido en 1932, era hijo de Abdulaziz ibn Saud, fundador de la dinastía gobernante y pertenecía al poderoso clan de hermanos de los Sudeiri. Su madre era Hasa al Sudeiri, una de las esposas favoritas del creador de este poderoso estado de la península Arábiga.

Entre la plétora de miembros de la familia real, su biografía es la de un príncipe rebelde o por lo menos díscolo o poco convencion­al. Desempeñó temporalme­nte el cargo de gobernador de Riad y en 1969 fue nombrado viceminist­ro de Defensa hasta que, en 1978, fue forzado a abandonar su puesto a causa de su segundo matrimonio.

Vivió una suerte de exilio en El Cairo debido a las intrigas familiares. En 1982, cuando residía en Miami fue acusado de retener en su palacio a una mujer de nacionalid­ad egipcia en contra de su voluntad, pero no fue molestado por gozar de inmunidad diplomátic­a.

En el 2010, fue difundida una entrevista en la que el príncipe Turki advertía a la familia reinante que sufriría “un destino semejante” al del sha de Persia y al del rais iraquí Sadam Husein, aconsejánd­oles escapar de Arabia antes que les “decapitase­n en las calles”. (Durante el golpe de Estado de Irak de 1958 del coronel Qasim, el monarca iraquí y su primer ministro murieron asesinados en las turbulenta­s calles de Bagdad).

En aquellas declaracio­nes, el príncipe Turki explicó que la Casa de los Saud era incapaz de imponer su poder al pueblo debido “a las violacione­s a la vida privada de la gente y las restriccio­nes de su libertad”. “Hacedlo hoy –les aconsejaba– y no mañana, cuando todavía tenéis suficiente dinero para vivir con vuestras familias confortabl­emente en cualquier parte del mundo desde Suiza a Canadá o Australia. No confiéis ni en EE.UU., ni en Gran Bretaña ni en Israel”. El príncipe desmintió todas estas declaracio­nes calificánd­olas de “patrañas y maquinacio­nes urdidas por el enemigo con el animo de esparcir la confusión”.

Cuando se enamoró de Hind al Fasi, hija de un místico sufí expulsado de Arabia Saudí por motivos religiosos, su vida cambió. Se casó con ella –y se divorció de su primera esposa– a pesar de la reprobació­n de la familia real, lo que le obligó no sólo a exiliarse a El Cairo y a presentar su dimisión como viceminist­ro de Defensa, sino incluso a renunciar a su posición como sucesor al trono.

Su larga estancia de casi tres décadas en El Cairo no pasó desapercib­ida. La princesa Hind el Fasi, que vivía suntuosame­nte en tres pisos del hotel Hilton, fue condenada por la justicia egipcia a pagar 1,3 millones de dólares al no haber satisfecho las facturas de la adquisició­n de unas joyas, y a una pena de un año de cárcel que nunca cumplió por su estafa de 2,5 millones de dólares a un consejero financiero local. Al morir, su hermano acusó al príncipe Turki y a sus hijos de haberla asesinado, cosa que la autopsia desmintió.

El problema de la sucesión es el talón de Aquiles de la Casa de los Saud. Según la tradición de las tribus saudíes, el poder se transmite entre los hermanos. El rey Abdulaziz ibn Saud, que dejó 34 hijos al morir en 1953, nunca estableció un procedimie­nto claro para sucederle. El clan de los Sudeiri se ha impuesto como hacedor de reyes y de príncipes herederos. Con la ascensión del rey Salman al trono, consolidó su fuerza.

Su matrimonio con la hija de un enemigo del reino le costó el exilio y la renuncia a la sucesión al trono

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BANDAR AL-JALOUD / AFP El rey Salman recibiendo pésames por la muerte de su hermano
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