La flamenca Rocío Molina baila la libertad en Temporada Alta
Dice que es una de las obras más arriesgadas y provocadoras que ha hecho. “Las fotografías que veis ya lo dicen”, señala a las imágenes del dossier, en las que no falta sangre y hay trajes que parecen para una sesión de sado, aunque con sombrero cordobés. Después de todo, Rocío Molina (1984) es una bailaora y coreógrafa flamenca, Premio Nacional de Danza y en estos momentos artista asociada del Théâtre de Chaillot de París, el teatro nacional de danza francés. Justamente allí estrenó este mes Caída del cielo, su nuevo montaje, que esta noche estrena en España en El Canal de Salt dentro del festival Temporada Alta.
Investigadora incansable de nuevos caminos para el baile flamenco, una heterodoxa llena de fuerza, libertad y arte, Molina comparte esta vez la dirección artística de su nueva obra con Carlos Marquerie, con el que ha compartido universos e imágenes muy potentes, como El jardín
de las delicias de El Bosco, o como los Caprichos de Goya, para elaborar un díptico que va del paraíso a la mucho más agitada e interesante libertad. Un montaje en el que tienen un papel muy importante la tierra, el suelo, contra el que no duda en caer protegida por rodilleras, y los ovarios. “Es un momento en el que me siento más mujer que nunca”, explica, pero además en una de sus improvisaciones, realizada en una cárcel de alta seguridad, charló con las mujeres, que en su mayoría no iban a salir, y les preguntó “de dónde sacaban la fuerza. Estaban pintadas, guapas. Y se pusieron las manos en los ovarios”.
En Caída del cielo Molina cae del cielo, de un jardín blanco, puro, de belleza impoluta, perfecto, un paraíso que quizá puede llegar a ser aburrido, a la vida. “La ruptura brusca es elegir vivir. Bailar mucho, cantar mucho, comer, no esconder la provocación, la mezcla con las personas, el arte, la sexualidad, toda la libertad máxima, ahí me acerco con mi baile. Al elegir vivir eliges también sufrir. Aparece también esa parte más oscura, el sufrimiento, la cercanía a la muerte, algo muy presente en mi trabajo”, explica. Y dice que es su obra “menos coreografiada”, con más posibilidad de cambios, de despistar a sus músicos, Eduardo Trassierra, a la guitarra, José Ángel Carmona, al cante y el bajo eléctrico, José Manuel Ramos
Oruco, a las palmas y el pandero, y Pablo Jones, a la batería y pandero. Y que ellos la cacen, señala.
Tras estrenar ‘Caída del cielo’ en París, la bailaora lleva su obra más provocadora a Salt
Una obra en la que va del silencio inicial –“he conseguido acercarme de verdad a él, incluso de movimiento”– a todo tipo de palos: milongas, bulerías, rondeñas y soleás. Además, hablando de cielos, ha querido contar con la presencia musical de los dioses del flamenco, Morente, Paco de Lucía y Camarón. Otra diosa, Carmen Amaya, ya va siempre con Molina. “Pensar en ella me da fuerza”, concluye.