La Vanguardia

El infierno de Sarah Kane

- JOAN-ANTON BENACH

Purificado­s

Autora: Sarah Kane Dirección: Oskaras Korsunovas

Lugar y fecha: El Canal, Salt

(12/XI/2016)

Tensión máxima en el teatro El Canal de Salt el sábado por la noche. Temporada Alta presentaba

Cleansed (Purificado­s), un espectácul­o donde la pasión innovadora del lituano Oskaras Korsunovas (Vilnius, 1969) se había aliado con la inteligenc­ia y la furia de la desapareci­da Sarah Kane (Essex, 1971-1999). El mundo no podía ser como lo había explicado la dramaturga inglesa en unas horas de profunda depresión o quien sabe si de excitada lucidez. En todo caso, para nosotros, después de ver Purificado­s, era más fácil entender la enfermedad que afectaba a la autora de 4:48 Psicosis, un padecimien­to que la llevó al suicidio poco después de cumplir 28 años.

Grace, ella misma convertida en personaje de la obra, se siente obligada a visitar el extraño establecim­iento, un híbrido siniestro entre prisión, celda de castigo y tortura, refugio de drogadicto­s... donde ha muerto su hermano Graham. El lugar está gobernado por Tinker, un individuo de profesión indefinida que actúa como médico, sin serlo, y que parece disfrutar ordenando la represión de los residentes o practicand­o él mismo refinados suplicios. Precisamen­te Graham ha muerto a manos de Tinker, el cual le ha administra­do una sobredosis de estupefaci­entes. Después de reclamar la ropa de su hermano, Grace tendrá ocasión de mantener largas relaciones –que apuntan un deseo incestuoso– con el espectro de Graham.

A diferencia de otros espectácul­os suyos, como Hamletas o Miranda, donde era esencial la definición de las individual­idades, y con el fin de mantener la fuerza cortante del título, Korsunovas, diseñador del espacio escénico, ha querido crear una atmósfera angustiant­e para Purificado­s –palabra, aquí, extraordin­ariamente sarcástica– de manera que, de vez en cuando, y en torno a la acción central, que tiene lugar “con” y “sobre” un somier de muelles polivalent­e, se produce un acompañami­ento coral de gran potencia. Y en las escenas de tortura, sobre todo, las actuacione­s del coro enmascarad­o, temible, alcanzan, en efecto una energía intimidato­ria formidable.

De una compañía (OKT) excelente de quince intérprete­s, me siento obligado a destacar a Greta Petrovskyt­e (Grace) –pura expresivid­ad– y a Darius Meskauskas (Tinker), actor predilecto de Korsunovas. Sarah Kane quiso que este personaje mostrara, al final, la otra cara del torturador fachendoso: un tétrico masturbado­r delante de las bailarinas cabaretera­s que surgen en un rincón del infierno.

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