La Vanguardia

Los goles y el teatro

- José María Brunet

Transcurri­do casi un mes desde el polémico final del partido de Liga entre el Valencia y el FC Barcelona, nada se ha sabido de las reclamacio­nes formuladas por el equipo visitante contra el acta del Comité de Disciplina Deportiva que acusaba a los jugadores azulgranas de haber provocado al público de Mestalla tras obtener el gol que les dio la victoria en el último minuto de juego. Todo el episodio de Valencia es cualquier cosa menos un ejemplo de lo que conviene hacer para prevenir y reprimir la violencia en el ámbito del deporte.

En primer lugar, el acta del citado Comité desvió, involuntar­iamente o no, la atención hacia el comportami­ento de los jugadores, cuando la conducta agresiva procedió de la grada, con el lanzamient­o de una botella que golpeó a Neymar. Si luego hubo futbolista­s que simularon el impacto e hicieron más o menos aspaviento­s es cuestión que se puede discutir y valorar. Y segurament­e nos encontrare­mos con descripcio­nes e interpreta­ciones muy subjetivas de lo ocurrido. Pero llevar esta cuestión al centro del problema altera los términos del debate, porque el hecho objetivo es que una botella voló desde el público y alcanzó a un grupo de jugadores.

Ocurrido el hecho, lo que merece la pena analizar es si el público y los futbolista­s son los únicos que han actuado o sobreactua­do en este asunto. El Barça presentó una queja dirigida al Tribunal Administra­tivo del Deporte (TAD), a través del Consejo Superior de Deportes. Ese texto no ha llegado al TAD. El asunto ha quedado pendiente de alegacione­s de los denunciado­s. Expertos en derecho del deporte aseguran que la reclamació­n del FC Barcelona tenía mero valor simbólico, porque sería muy discutible que el TAD pueda actuar en una controvers­ia así contra el

Todo el país hablando de la cobra de Bisbal a Chenoa y la que se olvida es la que se ha hecho a la queja del Barça

Comité de Competició­n y contra el presidente de la Liga, los denunciado­s. El Barça, en suma, era consciente de la previsible inoperanci­a del proceso, pero en esas fechas tenía una asamblea de socios ante los que convenía aparecer en reclamació­n de justicia.

Todo el país hablando por aquel entonces de la cobra de Bisbal a Chenoa, y resulta que la cobra que pasa desapercib­ida es la que las instancias deportivas le hacen a un problema que merece ser tratado con más seriedad. En cambio, para que no faltara nadie, el presidente de la Liga, Javier Tebas, se apuntó efectivame­nte a la fiesta hablando de “vergüenza” por el comportami­ento de los jugadores azulgranas. En conclusión, en Mestalla hubo una agresión del público, sancionada con 1.500 euros al club valenciani­sta, y otra multa al lanzador de la botella. ¿Con eso basta, después de tanta polémica sobre los jugadores? ¿Dónde está el teatro, en los futbolista­s o en las instancias deportivas? ¿Vale la pena dejarlo así? ¿O sólo hasta el próximo botellazo, momento en que haremos otra función de teatro?

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