La curva que eleva
Cricursa, especializada en vidrio curvado, sale de la crisis y factura 21 millones
Cricursa ha encontrado en la especialización el remedio para dejar atrás la crisis. Su maestría en el diseño del vidrio curvado le ha permitido trabajar en la construcción de edificios singulares con arquitectos de prestigio internacional y ha posibilitado cerrar el ejercicio de 2016 –agosto de 2015 a julio de este año– con una facturación de 20,8 millones de euros. La empresa, que dispone de 12.000 m2 en el polígono Coll de la Manya, en Granollers, ya estudia ampliar la fábrica de nuevo y prevé facturar 24 millones para el año en curso.
Cricursa facturó 14,5 millones de euros en el 2007 y 15 millones en el 2008. Pero en el 2009 y en el 2010 “sufrimos una caída del 20% anual, por la crisis en la construcción. En aquel momento, delicado, teníamos que decidir si nos hacíamos pequeños o dábamos un salto”, explica Ferran Figuerola, consejero delegado y gerente de la empresa: “Decidimos dar un salto e invertir a razón de un millón de euros al año”. Pero no era suficiente con los pedidos que les llegaban. Entre el año pasado y este han invertido 7 millones más de euros, que les han permitido ampliar en un 50% las naves y añadir maquinaria, sobre todo hornos capaces de fabricar vidrios de dimensiones colosales, con formas, serigrafías y capas que muy pocas empresas pueden hacer en el mundo. De hecho, exporta el 91% de su producción (40%, en el 2009) a 42 países, primordialmente de Europa, Norteamérica, Asia y Oriente Medio.
“Los arquitectos, cuando dudan si se puede realizar un diseño con vidrio, nos lo consultan”, explica Alejandro Sasplugas, consejero delegado y socio de la empresa. “Ayudamos a los arquitectos a diseñar en vidrio, lo que no significa que lo acabemos haciendo nosotros”, añade. “Pero si ya hemos asesorado, cuando nos presentamos a concurso para competir contra otras empresas, partimos con ventaja, porque conocemos el proyecto y muchas veces ya hemos hecho un molde y el arquitecto lo ha visto”, razona Sasplugas. “Para entendernos, cuanto más complicado sea el diseño, más fácil es que nos den a nosotros el trabajo”, remacha Figuerola.
¿Y quién les encarga estos diseños? Pues han trabajado para la élite de los arquitectos: Herzog y De Meuron (edificio Prada Aoyama Epicenter, en Tokio, y otro en Nueva York), Foster y Partners (Apple Store de Bruselas, y otros proyectos en Turín y Mónaco), Heatherwick (Bombay Sapphire Distilleri, en Hampshire), Toyo Ito (Fira Barcelona), Rafael Moneo (Kursaal, en Donosti, y en Princeton), Zaha Hadid (en Pekín), Frank O. Gehry (Expo Portugal), Adrian Smith y Gordon Gill (Seúl), Kazuyo Sejima y Riyue Nishizawa (Lausana), Rem Koolhaas (Oporto), y un largo etcétera.
Creada en 1928, Cricursa ha llegado a la tercera generación capitaneada por estos dos socios, que son, además, los herederos de las familias fundadoras. Negocio familiar de tercera generación que ya empezó a dedicarse al vidrio curvado en los años 50, mientras también fabricaba espejos retrovisores y esféricos, vidrio laminado –fueron líderes en España en el vidrio antibala–, vidrio de control solar transparente... “Y siempre repitiendo el esquema que iniciaron los abuelos: la familia Figuerola se dedica al área comercial y administrativa, y la Sasplugas, a la técnica y de producción”, explica Alejandro.
Dos rasgos principales definen Cricursa: ellos mismos se hacen los moldes y los hornos –su secreto más preciado– que servirán para dar forma a los vidrios. Y, si conviene, fabrican un horno expresamente, para cumplir con un encargo. “Hemos creado un horno nuevo para fabricar 500 vidrios curvados de nueve metros de altura para un proyecto en Hong Kong”, declara Sasplugues. Figuerola pone otros ejemplos: para el edificio de la Federation of Korea Industries, en Seúl, fabricaron más de 1.000 vidrios, 300 de ellos diferentes. Y para el edificio Emporia Köpcentrum, en Malmö (Suecia) crearon 600 moldes (cinco al día) para producir 800 vidrios, ninguno de ellos igual.
En la fábrica trabajan 150 personas –ocho en el área técnica de arquitectura e ingeniería– y el resto, en trabajos de administración y producción. La empresa funciona todos los días de la semana, en 5 turnos de 24 horas al día, y disponen de una “sala blanca” de laminado –donde juntan las capas de los vidrios– en que usan los mismos estándares de calidad del aire que los de la industria farmacéutica: “Entre capa y capa no puede quedar una huella, ni polvo, ni suciedad ni un pelo...”.
La empresa, que exporta el 91% de lo que produce, prevé facturar 24 millones y trabaja con arquitectos de prestigio internacional