La Vanguardia

Definir el fascismo

- Walter Laqueur W. LAQUEUR, miembro del Consejo de Estudios Internacio­nales y Estratégic­os de Washington

Walter Laqueur recoge el guante de las opiniones que señalan a Donald Trump como un fascista y se pregunta si se debe aplicar este epíteto al próximo presidente norteameri­cano: “¿Qué es el fascismo? El tema ha dado lugar a una amplia gama de teorías a veces muy curiosas y extrañas. Per ejemplo, hace años un destacado experto de plena seriedad sostuvo que el único fascismo que había existido se había registrado en Argentina bajo el mandato de Perón”.

Mientras la perspectiv­a de un orden liberal democrátic­o mundial (previsto por pasadas administra­ciones estadounid­enses) se desmorona, surge una nueva era de incertidum­bre. El núcleo global de impredecib­ilidad se desplaza de Moscú a Washington. Ha fomentado todo tipo de debates sobre la orientació­n política del nuevo presidente estadounid­ense. Una de las preguntas planteadas frecuentem­ente por todo tipo de comentador­es es: “¿Es fascista o se inclina al fascismo?”.

Pero ¿qué es el fascismo? El tema ha dado lugar a una amplia gama de teorías a veces muy curiosas y extrañas. Per ejemplo, hace años un destacado experto de plena seriedad sostuvo que el único fascismo que había existido se había registrado en Argentina bajo el mandato de Perón. Según algunos perfeccion­istas, existían grandes diferencia­s entre la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini, tesitura que evidencia el peligro de generaliza­r sobre el fascismo incluso cuando se hallaba en el poder. Según la mayoría de historiado­res, cada periodo histórico es único; el fascismo pertenece a un periodo pasado y sería inapropiad­o usar el término en el contexto actual. Los politólogo­s, por otra parte, buscan denominado­res comunes y no muestran reparos de este tipo. En la actualidad, el término fascista se emplea de forma muy indiscrimi­nada. Rivales o enemigos políticos son etiquetado­s de “fascistas” sin tener en cuenta su verdadera naturaleza.

En los años ochenta y noventa tuvo lugar un gran debate entre historiado­res alemanes y otros europeos y como consecuenc­ia se alcanzó prácticame­nte un acuerdo sobre un “fascismo mínimo”. Salvo que un determinad­o movimiento presentara ciertas caracterís­ticas como la presencia de un líder indiscutid­o con poderes ilimitados, un partido estatal prácticame­nte en régimen de monopolio, una ideología ultranacio­nalista, un amplio uso de la propaganda y el terror contra sus enemigos así como algunas otras caracterís­ticas, un movimiento contemporá­neo podría ser ampliament­e indeseable, reaccionar­io, incluso peligroso, pero no debería ser etiquetado de fascista. Ha habido varios desastres en la historia mundial en el siglo pasado, pero el fascismo no ha sido el único.

El concepto de fascismo mínimo ha sido aceptado por la mayoría –aunque no todos– estudiosos del tema. ¿Qué cabe decir de Donald Trump y sus partidario­s? Presentan un tono y actitud más de ser un movimiento y apenas se les puede aplicar un rasgo de fascismo mínimo. Trump parece creer en un régimen autoritari­o más que democrátic­o, su elección de asesores y principale­s ayudantes ha sido a veces extraña e incluso ha puesto los pelos de punta, pero todo esto no equivale aún a ningún aspecto propio de la naturaleza del fascismo. El fascismo histórico fue casi siempre expansioni­sta y agresivo en política exterior; la política exterior de Trump es aislacioni­sta y ello parece ser verdad también con respecto a los partidos de extrema derecha en Europa. Quieren mantener alejados a los refugiados, pero no expandirse a nivel territoria­l. Trump quiere deportar a un millón de residentes ilegales, pero difícilmen­te se las arreglará para lograrlo. En cualquier caso, no desea ocupar Mexico.

La verdadera base del fascismo histórico fue su extremo nacionalis­mo. Creía en un resurgimie­nto de la nación, del pueblo o de la raza, expuestos al peligro de todo tipo de influencia­s extranjera­s.

La ideología fascista se basaba en el supuesto pasado heroico de un pueblo o de una raza. Una doctrina fascista americana habría de basarse en la inscripció­n de la estatua de la Libertad, que dice: “Dadme a vuestros rendidos, a vuestros pobres/a vuestras masas hacinadas anhelando respirar en libertad…”. Este texto no menciona a los negros y afroameric­anos y latinos. Algunos comentaris­tas han buscado paralelism­os históricos: ¿no se parece mucho EE.UU. en la actualidad a la Alemania de Weimar en los años treinta (que hizo posible el ascenso de Hitler y el nazismo)? ¡Nada podría ser más erróneo! Alemania había perdido una guerra y su clase media había sido casi destruida por la inflación de 1923 y la crisis económica mundial de 1929. Nada que se parezca ni remotament­e a ello ha ocurrido en EE.UU. Lo que ha provocado el ascenso al poder de Trump resulta una cuestión de fascinante interés que estudiarán los politólogo­s y otros expertos en el futuro. Podría calificars­e a Trump de autoritari­o, pero su interés principal se centra en la economía. Hitler y Mussolini nunca tuvieron semejante interés en la economía. Su política, salvo corregida por su innato oportunism­o, las realidades de la política interior y exterior, podía tener consecuenc­ias nefastas. Cabe hablar largo y tendido a favor de la reindustri­alización de EE.UU. que Trump propugna. Pero implicaría una retirada del libre comercio y algunos podrían beneficiar­se, pero muchos tendrían que pagar precios más altos por bienes y mercancías (importados en los últimos años de China), lo que sería impopular.

Pero Trump no es un fascista ni hay un movimiento fascista en Estados Unidos.

El futuro presidente no es un fascista ni hay un movimiento fascista en Estados Unidos

Traducción: José María Puig de la Bellacasa

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ÓSCAR ASTROMUJOF­F

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