La Vanguardia

Daniel B. y Daniel M.

- Laura Freixas

Hay dos películas ahora en cartelera que no se parecen en nada. Una, británica, de Ken Loach, es un drama social protagoniz­ado por un carpintero en paro y una madre soltera. La otra, argentina, de Mariano Cohn y Gastón Duprat, es una comedia en torno a un Nobel de Literatura. ¿O sí que se parecen? Tanto Yo, Daniel Blake como El ciudadano ilustre tienen un trasfondo social común: la desigualda­d. Sólo que lo tratan de manera radicalmen­te opuesta.

La película de Loach es de denuncia: nos muestra cómo personas honradas y trabajador­as, pero que por algún motivo salen del sistema, terminan en la miseria; y lo que nos transmite es indignació­n hacia ese estado de cosas y compasión por quienes lo sufren. ¿Y El ciudadano ilustre? Aquí el protagonis­ta, Daniel Mantovani (excelente Óscar Martínez), es un chico de provincias que, salido de abajo, ha llegado arriba y que resulta tan encantador (es humilde, divertido, no explota a nadie, regala 10.000 euros a un desconocid­o que necesita una silla de ruedas...) que a ningún espectador se le ocurrirá criticarle, a él o a la sociedad que le corona de éxito. En cuanto a los de abajo, que en Yo, Daniel Blake eran pobres, víctimas de una injusticia y profundame­nte humanos, aquí son de clase media (no nos dan pena), víctimas de su falta de talento, y profundame­nte ridículos. ¿Qué hay, por cierto, de las mujeres? La película de Ken Loach reparte el protagonis­mo entre Rachel y Daniel, y pone de manifiesto las distintas formas y consecuenc­ias de la exclusión para mujeres y hombres. En El ciudadano ilustre, en cambio, la mujer, Julia, tiene un papel muy secundario, y limitado a lo de siempre: la tentación sexual. Con el tópico añadido de la mujer fatal: casi matan al pobre escritor por su culpa.

El domingo pasado en estas páginas, Pilar Rahola se preguntaba por qué la sardana aparece tan poco en los medios. Cierto; en cambio, los castells han adquirido un protagonis­mo llamativo. ¿Por qué será? ¿Tendrá algo que ver con la imagen de la sociedad que transmite la sardana: personas al mismo nivel, en círculo, cogidas de las manos, versus la visión darwinista y neoliberal del ascenso social, el esfuerzo recompensa­do, el gobierno de los mejores?... Ahí lo dejo. Lo que no quita, por supuesto, que nos puedan gustar tanto los castells como las sardanas, o Yo, Daniel Blake como El ciudadano ilustre, películas, en mi opinión, excelentes ambas.

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