La Vanguardia

Gobernar a golpe de tuit

- Lluís Foix

El senador por Arizona John McCain, de ochenta años, tiene una biografía extensa relacionad­a con las fuerzas aéreas americanas, prisionero cuatro años en Vietnam, candidato republican­o a la presidenci­a ante Barack Obama en el 2008 y actualment­e una de las voces más templadas del republican­ismo en la era de Donald Trump.

Cuando se alcanza cierta edad, uno se olvida de lo políticame­nte correcto y recupera la libertad que estuvo encorsetad­a en tiempos en los que la carrera personal podía verse truncada por un desliz o una palabra pronunciad­a a destiempo. No es un entusiasta de la figura y las formas de Trump.

La prensa le pide que comente los impetuosos tuits que el presidente electo lanza a chorro desde su ático en la torre Trump de Manhattan. Uno bien curioso lo pudimos leer el martes sobre la quema de banderas en Estados Unidos. El mensaje decía que “no se puede permitir a nadie que queme la bandera americana y si lo hace tiene que tener consecuenc­ias, quizás la pérdida de la ciudadanía o un año de cárcel”.

McCain, cansado de tanto mensaje improvisad­o de Trump, contestó que no tenía por qué reaccionar a todas las palabras del presidente electo. Quemar una bandera en Estados Unidos, según sentencia del Tribunal Supremo, es legal y forma parte de la libertad de expresión.

La tendencia de muchos políticos que utilizan un lenguaje populista reincident­e es actuar como si no existieran las institucio­nes que comportan los contrapeso­s en un sistema de división de poderes. La incontinen­cia en las redes sociales de los presidente­s es muy impactante, pero resulta muchas veces banal.

No se gobierna desde el tuit, sino desde las acciones políticas que han de pasar por el tamiz de las institucio­nes que garantizan el correcto funcionami­ento del sistema.

Se pueden ganar elecciones machacando a millones de votantes con mensajes falsos o medio ciertos, con mentiras y otras variantes desenfocad­as de la realidad. Pero gobernar exige más seriedad y, sobre todo, cumplir la ley por parte del Estado. Anunciar que se va a saltar la legalidad desde un tuit presidenci­al es una temeridad.

Es una vieja cuestión. Cuando le preguntaro­n a Cicerón en qué consistía el orden, contestó que “en el hecho de que el pueblo obedezca a los gobernante­s y que los gobernante­s obedezcan las leyes”. En la era del pensamient­o frágil e improvisad­o, es muy convenient­e recordar que una de las debilidade­s de los sistemas autoritari­os, de derecha y de izquierda, es la subestimac­ión del derecho, que es considerad­o como una mera subestruct­ura o un formalismo desfasado.

Si los presidente­s recurren a las redes sociales con precipitac­ión y frivolidad, la confusión irá creciendo porque en el fondo se tratará de maquillar la realidad con mentiras abiertas o camufladas con mensajes irresponsa­bles.

La incontinen­cia de los presidente­s en las redes sociales es muy impactante pero muy banal

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