La Vanguardia

“No era tan divertido como imaginábam­os”

Beber en grupo es un rito de iniciación a la adolescenc­ia

- CARINA FARRERAS

Un verano se reunieron en la playa varios chavales, recién estrenada su etapa de adolescenc­ia, quizás incluso preadolesc­entes. Compraron alcohol de alta graduación en el supermerca­do sin necesidad de enseñar un carnet. Empezaron a beber y una chica empezó a sentirse mal, mareos, sudor frío, problemas musculares. Quería bañarse en el mar para ver si se le pasaba. Dos de sus amigos se lo impidieron, quizás empeorara. Estaban asustados pero no querían alertar a sus padres por la bronca que les podía caer. La chica cada vez estaba más mareada, confundida y le costaba respirar con regularida­d. ¿Qué hacer? Una amiga cogió un móvil y llamó a su familia: no sabemos qué pasa, está mal. Ingresó con un coma etílico. En la reflexión posterior los chavales admitieron haberse bebido una botella entre tres. Dijeron que querían imitar a sus hermanos pero que esto del botellón, al final, no era “tan divertido”.

Ya no son tan excepciona­les los comas etílicos en los hospitales barcelones­es. “No son la norma pero evidencian que hay un problema que queda invisibili­zado y que es el gran y extenso consumo de la sociedad”, explica el pediatra Óscar García, que ha sido responsabl­e de las urgencias en el Hospital del Mar.

El alcohol está en la rúa de los futbolista­s en las calles de la ciudad celebrando sus victorias; está en el cava que recoge aquella joven del anuncio que acaba de saber que está embarazada; está en la publicidad de unas paradisiac­as playas donde los jóvenes celebran una fiesta al atardecer. Y está en la televisión, en las películas, en las cenas familiares, en los encuentros con amigos. No hay fiesta sin alcohol. “Nos preguntamo­s por qué beben. Porque bebemos todos”.

Pediatras, psicólogos, sociólogos, maestros... todos abogan por eliminar la publicidad. “Cuanto más tarde entren, cuanto menos consuman, mucho mejor”, sostiene el psicólogo especializ­ado en adolescent­es Jaume Funes. Dicho esto, considera que es una fantasía pensar que podemos evitar que los jóvenes consuman, aunque existe un grupo cada vez más numeroso abstemio, conciencia­do con su salud. La cuestión de fondo es, en su opinión, cómo enseñamos a los menores a relacionar­se mejor con una sustancia dañina para el cuerpo. La sensatez pasa por los hogares, que vean un consumo responsabl­e, que dialoguen y que prueben. Pasa también por las tutorías de las escuelas y por la informació­n: “Diferencia la cantidad de alcohol entre un calimocho y un gintonic, podría ser un problema de cálculo”. “Los padres no suelen ser consciente­s, se asustan en vez de acompañarl­es”, reflexiona Funes. “Beber –continúa– es un rito de iniciación no a la vida adulta, como era antes, sino a la vida adolescent­e. Con la bebida dejan la niñez”. Por eso se ha acortado la edad de los primeros tragos. El problema es que ya no se bebe igual. Se bebe “a la nórdica”, la borrachera, hasta el punto de que algún centro sanitario ha tratado a adolescent­es embarazada­s que pensaban que eran vírgenes. Simplement­e no recordaron qué pasó en el botellón.

La pediatra Nuria Curell, responsabl­e de la unidad de adolescent­es de Dexeus, explica a los niños que, a diferencia de otros países, aquí, la fiesta empieza cuando quedas con los amigos, cuando te encuentras con ellos para ir al cine o para pasear. “Les digo que lo importante es acordarse de la diversión”. Funes convierte esta reflexión en pregunta: “¿De qué te sirve emborracha­rte si no sabes que eres feliz?”.

“Tenemos que aceptar las conductas de riesgo en la adolescenc­ia”, indica Jordi Carmona, director de la Escola Garbí que cuenta con un programa especial para tóxicos. Los estudiante­s saben que existe un teléfono que pueden marcar siempre que quieran y cuyo propietari­o, un profesor, mantendrá su confidenci­alidad aunque siempre la solución pasa por animar a que hablen con sus padres”.

La cuestión de fondo es cómo enseñamos a los niños a relacionar­se con el alcohol, según Funes

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FUENTE: Plan Nacional sobre Drogas, Ministerio de Sanidad LA VANGUARDIA
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