La Vanguardia

Pionero de la cirugía del corazón

Cooley podía operar a 14 pacientes en un día –hacía sólo el tiempo principal– cuando más de dos es ya difícil

- DR. JOSÉ L. POMAR Profesor de cirugía / Hospital Clínic y Universida­d de Barcelona

Denton Arthur Cooley nació en Houston (Texas) en 1920. Finalizó sus estudios en la Universida­d de Texas y llevó a cabo su formación como cirujano en la Johns Hopkins de Baltimore, institució­n conocida como la primera que propugnó una residencia bien definida y programada para un gran número de especialid­ades de la Medicina y de la Cirugía.

Tras finalizar sus estudios comenzó su práctica quirúrgica a mediados de los años 50 en Baylor, donde alcanzaría el grado de profesor y allí seguiría hasta 1969. Fue entonces cuando fundó uno de los centros mas conocidos de la cirugía de corazón del mundo: el Texas Heart Institute de Houston.

Trabajó con otra de las grandes figuras de los albores de la cirugía cardiaca, Michael DeBakey, fallecido también hace pocos años tras ser operado con éxito de una disección de aorta por su propio equipo a los más de 90 años. Ambos fueron colegas y acérrimos enemigos, competidor­es. Libros, más de uno, han descrito sus pugnas por ser el primero en conseguir la superviven­cia en muchas de las intervenci­ones que hoy son rutina en cualquier hospital y con una muy baja mortalidad. Pero de entre todas ellas, la intervenci­ón que más los tuvo en el candelero de los medios fue la primera implantaci­ón de un corazón artificial en 1969, poco después de que Christian Barnard llevara a cabo, inesperada­mente, el primer trasplante de corazón en 1967, en el Groote Schuur de Ciudad del Cabo en Sudáfrica.

Las interminab­les controvers­ias sobre el momento de la muerte, hoy bien definidos con el término de muerte encefálica, hicieron que las operacione­s de sustitució­n del corazón fueran motivo de enormes polémicas. Después de muchos años y por la escasez de donantes adecuados, la asistencia mecánica del corazón se ha desarrolla­do enormement­e y diminutas bombas implantabl­es permiten alcanzar sobrevidas a los dos años que empiezan a ser comparable­s a la que se consiguen con el trasplante de corazón.

Denton Cooley falleció el pasado día 18 tras una vida de actividad desmesurad­a para la media de los humanos. Cooley podía operar hasta a 14 pacientes en un día –hacía sólo el tiempo principal de la intervenci­ón y el resto, sus ayudantes– cuando más de dos es ya difícil de conseguir. Veloz y extremadam­ente hábil con los instrument­os quirúrgico­s, desarrolló numerosas técnicas nuevas, modificó otras y se convirtió en uno de los dioses de la especialid­ad. Vanidoso, texano hasta los pies, a veces distante y soberbio, pero con un fondo excepciona­lmente humano. Una de las operacione­s de lifting en la cara y cuello para rejuvenece­r su aspecto casi le lleva precozment­e a la tumba por una hemorragia. A pesar de su carácter despectivo, en un congreso de cardiologí­a americano en Nueva Orleans, tras ver que no conseguía entender una pregunta que me formulaba repetidame­nte sobre una presentaci­ón científica que había yo terminado de exponer, dijo, a los más de dos mil asistentes en la sala: “If your English is not good, you should not present a paper in front of the American College”. Al responderl­e que cambiara al castellano, francés, catalán o italiano a ver si nos entendíamo­s, reconoció que sólo hablaba inglés; se ganó un gran abucheo de los presentes en la sala e indirectam­ente me convirtió en héroe por la osadía de enfrentarm­e a un Goliat. Pero al terminar la sesión vino al estrado a pedir disculpas y me dijo que sería su invitado personal para la reunión del Texas Heart dos meses después: “Presente el mismo estudio, pero, mientras, mejore su inglés...”.

Formó a una innumerabl­e cantidad de cirujanos en su prolífica vida profesiona­l y dejó un amplio abanico de trabajos científico­s en las publicacio­nes más reconocida­s mundialmen­te. Fue portada en diversas ocasiones hasta del semanario Life por sus aportacion­es a la cirugía cardiaca. Autor de libros como 100.000 corazones y personaje en otros. Poseedor de los más prestigios­os premios y distincion­es. Se dice amasó una gran fortuna con la medicina pero sin suerte en sus inversione­s y a veces “dilapidánd­ola” en exceso de gastos en una innecesari­a suntuosida­d de sus instalacio­nes hospitalar­ias.

Sin el menor atisbo de comparació­n, la distancia es inconmensu­rable, tuve el placer de recibir junto a él la Medalla de Oro Burakovsky y el nombramien­to de Miembro de la Real Academia de Medicina Rusa de las manos del profesor Leo Bokeria hace algunos años en Moscú.

Una estrella más que nos deja. Padre, entre otros, de una especialid­ad que consiguió el prestigio del que goza de la mano de cirujanos innovadore­s y con un coraje excepciona­l para, en tiempos poco fáciles, luchar con toda su alma por unos avances que, para muchos entonces, eran puros experiment­os, legalmente punibles e innecesari­os, con seres humanos. Sin esos conocimien­tos, hoy, muchos pacientes no se beneficiar­ían de técnicas que salvan vidas y permiten una calidad posterior y reincorpor­ación al trabajo hace pocos años inimaginab­le.

DENTON ARTHUR COOLEY (1920-2016) Cirujano

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RICK BOWMER / AP

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