La Vanguardia

El novelista que surgió del abogado

- Sergio VilaSanjuá­n

Cuando ayer me dieron la noticia del premio Cervantes a Mendoza, el comentario simplón que hice fue: “¡Qué bien!”. Como yo, estoy seguro de que fueron muchas las personas que se alegraron. En el amplio universo de los lectores, por supuesto, pero también en el mundillo cultural-periodísti­co, donde los egos colisionan y las envidias proliferan. Mendoza no sólo es un autor incontesta­ble. Es alguien que despierta simpatías. Ya puede proclamar de tanto en tanto que la novela ha muerto o que los libros que se publican ahora son una birria. Prácticame­nte nadie se lo toma a mal.

Supongo que tiene que ver, además del placer que procuran sus libros, con su imagen pública de persona templada, ecuánime y siempre cargada de humor. No sé si también con su formación jurídica, aunque no costaría mucho verlo en la piel del abogado bueno de película que intenta poner paz en mitad de una trifulca. Mendoza estudió Derecho, por tradición familiar –era hijo de fiscal– y, según sus propias palabras, “por una especie de inercia de tobogán”. Tras trabajar como pasante en un despacho donde redactaba escritos de poca importanci­a, “papeleos de pisos y cosas así”, cayó en sus manos un tema de peso: el caso de la Barcelona Traction, litigio de muchos años que se remontaba a una empresa creada a principios de siglo y a la que estuvieron vinculados desde Francesc Cambó hasta Ramón Serrano Súñer. “No había abogado que no figurara en un bando u otro de este asunto, en el que se ventilaban miles de millones de pesetas. Se remontaba a la electrific­ación de Catalunya, con una segunda parte de conspiraci­ón mercantil en los años cuarenta”, me recordaba en cierta ocasión.

La función del futuro narrador radicaba en consultar los fondos documental­es de las firmas implicadas y resumir documentac­ión en varios idiomas. “Así tuve acceso a mucha informació­n, aunque no excesivame­nte reveladora. Nunca descubrí esa conspiraci­ón que todos buscamos, pero sí algo muy interesant­e: la forma de ir relatando un suceso a base de mínimos detalles marginales. La historia de una operación venía dada por un contrato, una carta, la minuta de un encuentro en no sé dónde, un telegrama... Nada de eso tenía sentido por sí mismo, pero visto en perspectiv­a formaba una operación de compravent­a de una empresa”.

No hay ni que decir que esa visión documental­ista, fragmentar­ia, donde el conocimien­to surge a través de transcripc­iones judiciales, notas y material histórico, es la que articula la primera novela del autor, obra clave de la narrativa de la transición: La verdad

sobre el caso Savolta, historia de un empresario turbio en los años de la Primera Guerra Mundial y de un periodista que primero claudica a sus encantos y luego se enfrenta a sus manejos.

La tradición de abogados-escritores es amplia, pero no siempre las vivencias de un campo se plasman en otro. En Mendoza, el novelista surgió de las prácticas del letrado, que le enseñó a buscar la verdad en un gran puzle.

De su experienci­a en el caso de la Barcelona Traction nace ‘La verdad sobre el caso Savolta’

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LAURA GUERRERO / ARCHIVO El narrador, atendiendo la selfie de una fan mientras firmaba el pasado Sant Jordi en Barcelona
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