La Vanguardia

El milagro manchego

El MoMA neoyorquin­o abre una retrospect­iva con todas las películas de Almodóvar

- FRANCESC PEIRÓN

Un periodista, micro en mano y frente a la cámara, le formula una última pregunta: “¿Nos podríamos hacer una foto juntos?”.

El siguiente en la fila, también reportero televisivo, se arranca con un preámbulo. –Te voy a llamar maestro... –¡Noooo! Mejor Pedro. “Uno de los más grandes directores vivos, punto”, proclama otro informador, uno de los rostros más populares del canal local de noticias, al referirse a Almodóvar. Lo coloca en la cumbre junto a Martin Scorsese. En el número de esta semana, The New Yorker publica un perfil de Pedro Almodóvar en el que, tras citar a Luis Buñuel, le nombra a él. “Me agobia que me comparen con Buñuel porque siempre salgo perdiendo”, replica el homenajead­o. Sin embargo, entiende el encadenami­ento. “Pensando en el público norteameri­cano, los dos procedemos de la misma cultura”, matiza.

De esta manera camina por la alfombra roja –designació­n figurada, que no se correspond­e con el color tirando a gris– que el MoMA extendió a sus pies la noche de este pasado martes. Julieta, su última producción y la número 20 en su trayectori­a, sirvió de apertura de la retrospect­iva que le dedica el Museo de Arte Moderno de Nueva York.

Está todo, desde la ya lejana y gamberra Pepi Lucy Bom...(1980) hasta lo más reciente, presentado hasta el 17 de diciembre. “Es la apuesta con menos riesgos que he hecho”, dice Rajendra Roy, comisario de la sección cinematogr­áfica del MoMA. “Puedo decir –bromea– que Pedro Almodóvar es más grande que Hamilton

(musical de Broadway con el papel agotado hasta mediados del 2017), las entradas para todas las sesiones están sold out”.

A Pedro Almodóvar, de 67 años, se le ve contento como a un niño luciendo zapatos nuevos, como aquel que él fue en Calzada de Calatrava. Si su parto físico data de Ciudad Real, su geografía de película le sitúa en otro punto. “Nací aquí”, pregona en este museo. Rememora que en esta misma sala se produjo su entrada estadounid­ense, en los años ochenta, en el festival de nuevos narradores, que organiza esta institució­n. Exhibieron Qué he hecho yo para merecer esto .Su otro alumbramie­nto.

Del MoMA al cielo. Nueva York siente profunda admiración por su obra. Desde esta ciudad se proyectó al universo y le llevó a ganar dos Oscar. Julieta, que se estrena este mes en EE.UU., le puede dar el tercero.

“Nunca he pensado en la posteridad”, asegura Almodóvar, al que acompaña una de sus musas, Rossy de Palma. “Pero, ante esta retrospect­iva –añade–, pienso que lo que vivo es la posteridad. Es un sueño para un director de mi edad que los jóvenes tengan opción de ver mis trabajos en pantalla grande, que es su sitio”.

“Este es su lugar”, remarca Roy al comentar la iniciativa del museo. “Su cine te transporta a lugares no imaginados y te libera, nos recuerda que hay libertades y valores que no podemos perder”, insiste el comisario.

Según Almodóvar, “es una especie de milagro” que filmes que califica no ya de españoles, sino de “específica­mente manchegos”, se entiendan y emocionen tan lejos de sus orígenes.

Pero a él le resulta aún más difícil comprender la victoria de Donald Trump. “No puede dejar frío a nadie”, señala. “Me inspira una película de catástrofe­s, es uno de esos personajes que no parecen verosímile­s, es un personaje de ficción, pero soportarlo en la realidad debe de ser una enorme desgracia”.

Ha pasado por la Quinta Avenida y, visto el despliegue policial en la torre Trump, Almodóvar se ha apenado por Audrey Hepburn. No le habrían permitido asomarse a Tiffany’s.

“Trump no puede dejar frío a nadie, me inspira una película de catástrofe­s”, dice el director español

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ALBA VIGARAY / EFE Almodóvar, junto a Rossy de Palma, en segundo plano, en el MoMA
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