Trump se entrega a Wall Street
El presidente electo, que hizo campaña contra la oligarquía financiera, coloca a dos ‘tiburones’ en las carteras económicas
Donald Trump se erigió durante la campaña electoral en el caudillo de la clase trabajadora vampirizada por la oligarquía financiera y acusó sistemáticamente a su contrincante, Hillary Clinton, de defender los intereses de la élite de Wall Street. Todo el mundo –menos Bernie Sanders– dio crédito a semejante patraña, hasta el punto que algunos comentaristas bursátiles relacionaban –por ignorancia o con mala fe– la caída de las bolsas con la subida de Trump en los sondeos. No ha pasado ni un mes desde las elecciones y las aguas han vuelto a su cauce normal. Lejos de demostrar angustia, Dow Jones y Standard & Poor’s han celebrado el retorno de los republicanos al poder y el presidente electo ha incorporado a las carteras económicas de su gabinete a dos reconocidos tiburones de Wall Street.
Steven Mnuchin, como secretario del Tesoro, y Wilbur Ross, en la cartera de Comercio, serán los encargados de llevar a cabo las políticas desreguladoras para que las grandes corporaciones puedan ejercer la depredación con mayor comodidad y pagando aún menos impuestos que hasta ahora. En sus primeras declaraciones, el que será nuevo secretario del Tesoro ha anunciado “la mayor reforma fiscal desde Reagan”, que incluye una reducción del tipo impositivo máximo del 35% al 15%. “Mediante la reducción de impuestos a las empresas –dijo– vamos a impulsar un enorme crecimiento económico que compensará la recaudación fiscal por el otro lado”.
Donald Trump describía a Wall Street como “una estructura de poder global que es responsable de las decisiones económicas que han robado a nuestra clase obrera y han despojado a nuestro país de su riqueza, para poner ese dinero en los bolsillos de un puñado de grandes corporaciones”. Las imágenes que acompañaban el texto acusatorio eran de la sede neoyorquina de Goldman Sachs, el banco de inversión del que fue socio principal Steven Mnuchin.
Decididamente Trump ha optado por poner zorros a cuidar de las gallinas. Steven Mnuchin, de 53 años, no tiene experiencia de gobierno, pero sí de ganar centenares de millones de dólares a base de comprar barato las propiedades de gente con apuros económicos, lo que se suele denominar un ahogapobres. Y eso es lo que destacó de él el propio Trump: “Compró IndyMac Bank por 1.600 millones de dólares y lo vendió (al cabo de dos años) por 3.400 millones más un rendimiento de capital. Ese es el tipo de gente que quiero en mi administración y que represente a nuestro país”. Lo que Trump no dijo es que Mnuchin compraba barato hipotecas basura y luego desahuciaba sin escrúpulos. En Florida, ejecutó la hipoteca de una anciana de 90 años por un error en el pago de 27 centavos. Y, según el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, Mnuchin se forró a base de exprimir a las víctimas del huracán Sandy. Mnuchin es además productor de Hollywood, donde también ha hecho fortuna con películas de éxito como Avatar o las nuevas entregas de El planeta de los simios.
Inversor, exbanquero, coleccionista de obras surrealistas y paradójicamente también exmiembro del Partido Demócrata, Wilbur L. Ross, quien será el nuevo secretario de Comercio, de 79 años, es como Mnuchin, multimillonario. Se le atribuye una fortuna de casi 3.000 millones de dólares también amasada a base de comprar empresas en crisis, reflotarlas y venderlas, con lo que se ha granjeado una fama de lince para los negocios, incluso ovacionado a veces por los sindicatos, pero también de especulador. Y pese a los discursos proteccionistas de Trump, Ross es un fervoroso partidario del libre comercio con inversiones en China de su empresa textil ITG.
Quizá para compensar estos nombramientos tan contradictorios con su discurso de campaña, Donald Trump viajó ayer a Indiana para proclamar a bombo y platillo un acuerdo con Carrier y apuntarse la salvación de mil puestos de trabajo que peligraban. La fábrica de aparatos de aire acondicionado ha sido el ejemplo recurrente de Trump para denunciar las deslocalizaciones a México. El presidente electo y la empresa han pactado mantener abierta la planta de Indiana.